Desde un cerro, en el que está una iglesia en forma de enramada, se observa perfectamente al Resguardo Indígena Pitulumana I y II en la que reciben con amor y alegría a sus visitantes. Para ellos, lo mejor que tienen es su atención a cada persona que llega, sus ganas de ofrecerlo todo. En palabras de una de las autoridades del resguardo, Úrsula Palacio, se caracterizan por atender bien a la gente que los visita.
En la cima la brisa corre suave, las gallinas caminan dueñas del espacio, el verde de su paisaje es más notorio y deja ver la inmensidad de la zona. Su gente lleva a recorrer este lugar mientras cuentan quiénes son: “Somos personas amables. Acá en la comunidad se vive del campo, la agricultura, la artesanía y nos caracterizamos por nuestra forma de ser. La amabilidad se ve reflejada en eventos como el velorio, ahí nos damos la mano los unos a los otros, o cuando tenemos algún problema dentro de la misma casta y uno va puerta por puerta, casa por casa a pedir apoyo, ahí cada uno colabora”, afirma Luis Ramírez, miembro de la comunidad.
Llegar a este lugar, cuenta Luis, es muy fácil, porque la conoce mucha gente por estar cerquita a la ‘carretera negra’ que conduce de Paradero a Carraipia. Además, cerca de esta comunidad hay un balneario que alimenta el gran paisaje que tienen, El Carmelo, de agua fría y cristalina donde se puede hacer sancocho, friche. Mucha de su gente, gracias a estas condiciones, se dedica la agricultura: “En esta comunidad hay muchos que son agricultores, siembran la yuca, el frijol, el maíz. Las mujeres hacen el trabajo en la casa y la artesanía”.
Y como recibir visitantes para ellos es un acontecimiento sin igual, Luis hace un relato de qué encontrarán quienes lleguen a su territorio: “Acá lo que va a encontrar una persona de afuera es gente amable y se les recibe con chivo porque eso nos caracteriza. Nosotros decimos: “nos llegó visita”, y así sea que no tengamos para la comida, matamos el chivo o pedimos prestado para atenderlos bien. También estarán felices porque les colgamos el chinchorro, el mejor que tengamos es el que ponemos, y servimos la chicha que siempre está”.
Para Úrsula un visitante es tan importante que ha transmitido a sus nietas esta tradición: “Las familias nos visitan y nos ponemos contentos, yo les digo yo a mis nietas: “llegó fulanito, saca el chinchorro a la enramada”. Es atender bien a la gente que nos visita y así lo he mantenido en la comunidad. Le digo a ellas: “ahí vienen carros, ¿quién será?, pónganse pilas, ¿qué preparamos?”. Si yo no estoy ellas saben muy bien que deben hacer como si yo estuviera: brindar café, chicha, comida. A mí me gusta que me visiten”.
Pitulumana es grande, hasta la sierra que los rodea, en este sector viven 40 familias. Su gente llegó a este lugar en el año 2007, lucharon por la tierra y el gobierno se las dio. Úrsula vive agradecida con ese regalo: “Esta comunidad es una ayuda que Dios nos regaló porque pasábamos trabajo antes, nos corrían los campesinos de los lugares. Y ¡lo logramos!, nos regalaron esta tierra. Tenemos ya 17 años aquí”.
Juanelis Paz, nieta de la autoridad y quien se destaca por representar a Úrsula y a su comunidad en algunos espacios, cuenta qué sueñan para su comunidad en un par de años: “Nos visionamos avanzando y educándonos más, formándonos para integrarnos a la sociedad, contribuir con estudios, con una profesión. Además, nosotros vemos en la comunidad lo bonito que es el paisaje y queremos potenciarlo como un lugar turístico para que la comunidad tenga más visitantes y puedan hablar de lo linda que es, tenemos cómo hacerlo”.
Y, en camino a cumplir el sueño de la comunidad de tener a jóvenes integrados a la sociedad, actualmente hay varios de ellos contratados en la compañía. Además, reciben apoyos en otros asuntos que para su gente son relevantes: “Hemos recibido el apoyo de Cerrejón con el tema de artesanías, nos dan hilos y envían personas capacitadas para que sigamos avanzando en ese tema. También nos apoyan con entregas de cosas varias que pedimos. Nos benefician con trabajo, tenemos cinco jóvenes de aquí trabajando en la empresa y eso es un apoyo porque le están dando empleo a los jóvenes”, afirma Juanelis.
Desde un cerro, en el que está una iglesia en forma de enramada, se ven los árboles verdes y frondosos, unos días atrás florecidos de amarillo; los niños correr; las gallinas andar; y a Luis moliendo maíz para una chicha que seguramente tomará un visitante de los que reciben con amor.