Ante la controversia que ha surgido por la famosa “vaca” en el departamento de Antioquia para financiar las obras de infraestructura de las vías 4G, no puedo evitar pensar en la situación que se vive en La Guajira. Mientras allá se hacen colectas públicas para ese fin, es decir, financiar obras de interés general, en La Guajira llevamos ya muchos años aportando al presupuesto nacional los impuestos generados por la explotación del carbón y gas. La pregunta es, por supuesto, ¿dónde están los beneficios para el pueblo guajiro?
Quiero decir que resulta irónico que La Guajira siempre ha estado haciendo la “vaca” para financiar grandes obras de infraestructura en el resto del país (el Metro de Medellín, por ejemplo), mientras nuestras gentes sobreviven en la inclemencia.
Y es que, con los impuestos generados por la explotación de los nuestros recursos naturales, el departamento ha contribuido significativamente al desarrollo nacional, pero sin recibir nada a cambio, pues La Guajira nunca ha sido compensada proporcionalmente por este aporte.
O para decirlo a carta blanca: las obras en educación, salud, vías y servicios públicos siguen siendo precarias en La Guajira pese al gran sacrificio económico, ambiental y cultural que realiza la región para contribuir al bienestar del país. Esa es la gran paradoja: En La Guajira persisten problemas sociales acuciantes, en tanto que otras regiones disfrutan de la bonanza generada por los recursos naturales de nuestro territorio.
Es de dominio público que La Guajira es una tierra rica en recursos naturales, no obstante, registra altos indicadores de pobreza y marginalidad, lo cual se manifiesta en la falta de servicios básicos de calidad, desempleo, desnutrición infantil, etc. Mientras en otros departamentos se hacen vacas para financiar obras, en La Guajira parece que la “vaca” solo sirve para engordar los bolsillos de unos pocos y perpetuar la desigualdad social.
La riqueza del departamento también se refleja en su capital simbólico, nuestro territorio es uno de los más grandes aportantes a la música que nos identifica nacional e internacionalmente, pues de La Guajira son oriundos algunos de los más emblemáticos y caracterizados exponentes de la música vallenata, en el canto, el repentismo y la composición. Mencionarlos a todos haría interminable este artículo.
Es hora de que se ponga fin a esta injusticia y se comience a invertir en La Guajira, a garantizar que los beneficios de la explotación de sus recursos naturales lleguen a quienes realmente lo necesitan. Ya es hora de que esa vaca también haga su recorrido por La Guajira, de suerte que sus habitantes puedan ver cómo se invierte en su desarrollo y bienestar. Porque definitivamente no podemos seguir permitiendo que La Guajira sea una tierra rica en recursos, pero pobre o empobrecida en oportunidades.
Quizás sea el momento de replantearse la distribución de la inversión y de asegurarse de que todos los colombianos, sin importar su lugar de origen, puedan disfrutar los beneficios de la explotación de recursos en sus territorios. Y la razón es simple pero poderosa: no podemos seguir siendo la “vaca” de Colombia sin recibir la justa retribución que nos corresponde. O como decía Eduardo Galeano en su famoso ensayo: no es posible que nuestra riqueza genere siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros. Esto es: que nosotros pongamos la vaca y otros pongan el balde.
