Edicion octubre 6, 2024

Dios y el gen de la espiritualidad

Dios y el gen de la espiritualidad

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Columnista- Hernan Baquero Bracho
Columnista- Hernan Baquero Bracho

Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a su imagen y semejanza, es decir parecido, pero no igual, tal como lo relaciona la palabra de Dios en Génesis 1,22 “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran sobre el suelo”, en el mismo Génesis 1,27 “Y creo Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó”. La biblia establece la grandeza del hombre que procede de Dios y que no es producto del azar.

En Génesis dice: al principio, al hablar de la creación que apareció fuera de Dios en el tiempo; pero Juan nos mostrará otras riquezas de ese principio (Juan 1,1) que para Dios no pasa. Pues Dios no está sometido al tiempo, sino que vive en esa plenitud permanente que llamamos eternidad. Allí no hay ni antes ni después, ni duración ni cansancio. Al principio Dios se proyecta en su Hijo que es a la vez su imagen y su palabra (Cor. 1,15; Heb. 1,3), pero en este principio también Dios creó fuera de ÉL el mundo, para distribuir en este las riquezas que contempla en su Hijo. Es entonces cuando comienza el universo, los espíritus, el espacio y el tiempo.

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Este universo que desafía nuestra imaginación por sus dimensiones y su duración es pues una expresión del misterio profundo de Dios; toda la historia humana que va a transcurrir en él será una historia sagrada en que Dios realizará un deseo eterno: su voluntad de amarnos, de llevar a los hombres a su madurez y de remitirlos en Cristo.

A su imagen y semejanza. Hemos sido llamados a compartir el misterio de Dios el final de un camino en él que nos vamos haciendo semejantes a él; ese camino, nos dice el nuevo testamento, es el del amor: I Cor. 13,13; I de Juan 3,1-6; 7,8 ¿Y cómo nos comunicamos con nuestro creador? A través de la oración, que viene siendo el dialogo con ÉL. Es el camino o elemento de comunicación entre los seres humanos y el Dios creador, ¿Pero ¿dónde está ubicado ese interruptor para que el Señor nos escuche? Es lo que los científicos han llamado el gen de la espiritualidad que está ubicado en alguna parte del cerebro pero que la ciencia hasta la fecha no la ha podido ubicar. Debe ser así. Porque si Dios nos creó a su imagen y semejanza, entonces a través de la oración hay un vínculo directo con ÉL, nos escucha, nos da todo lo que le pidamos en su nombre, siempre y cuando nuestras acciones le agraden, es decir, estén de acuerdo a sus preceptos, si nuestros corazones están en esa dirección.

La verdadera oración es el resultado de la armonía entre pensamiento, palabra y obra. La oración que no es sentida es completamente inútil, es decir ese gen de la espiritualidad se encuentra apagado. No recemos por riquezas materiales, puesto que, por encima de cierto nivel, toda riqueza es inútil. Nadie puede alimentarse de oro o diamantes. Tanto el rico como el pobre experimentan la misma hambre, si bien el alimento que toman puede ser distinto. Lo que el hombre necesita es amor y paz. Dios, que es la encarnación de éstos, nos concederá una porción de ambos; basta con que recemos pidiéndolos de todo corazón, de esta manera el chip o interruptor o gen de la espiritualidad funciona al 100% si estamos en paz y amor con nosotros mismos y con nuestro prójimo, que es lo mismo que estar en la misma dirección con nuestro Dios Creador.

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