“Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
1 Corintios 15:57.
Nosotros resucitaremos en el día postrero, con el retorno del Señor. No podemos heredar el reino de Dios con la carne y la sangre, es decir, con el cuerpo terrenal. Este es un cuerpo corruptible, incompatible con el eterno reino celestial. No es con este cuerpo, sino con uno resucitado con el que entraremos al reino de los cielos.
¿Cuándo será esto? Pablo nos revela el misterio. Los que creen en Jesús, no dormirán eternamente en el sepulcro, sino que en un abrir y cerrar de ojos serán transformados, cuando al final suene la trompeta. En aquel día, en que Jesús vuelva por nosotros, la muerte será derrotada, los muertos se levantarán con cuerpos incorruptibles que serán transformados. 1 Ts 4:13–17.
La victoria de la resurrección significa la derrota eterna de la muerte. La muerte es el resultado del pecado y este es su aguijón. El poder del pecado es la Ley por cuanto es por la Ley que se manifiesta el pecado. Dios nos ha dado victoria sobre la muerte por la cruz y la resurrección de Jesús. Si hemos sido alcanzados por la gracia de Dios, debemos mantenernos firmes en la fe y ser constantes. Además, debemos esforzarnos siempre, en lo que al Señor le agrada: predicando el evangelio en todo tiempo, velar para hacer justicia y no pecar.
Ningún esfuerzo en el Señor será en vano, todo lo que sembramos con la esperanza de la resurrección, dará frutos y recibiremos los galardones que Dios ha preparado para nosotros.
El creyente que posee la fe de la resurrección goza del triunfo de Jesucristo en todo momento. Por ende, en vez de entristecernos y desesperarnos ante la muerte, como el resto de las personas, debemos esperar al nuevo cielo y la nueva tierra a la que entraremos con un cuerpo glorioso.
Jesús venció la muerte, quebrantado en la cruz y resucitando, y esa victoria nos fue dada como autoridad por ser los hijos de Dios (Juan 1:12). De este modo, como vencimos la muerte en el nombre de Jesucristo, debemos esforzarnos siempre en la obra del Señor sin dudarlo. Debemos vivir entonando cánticos de victoria, mientras esperamos un cuerpo renovado el día que regrese el Señor.
Dios nos dio la victoria a nosotros destruyendo el poder de la muerte a través de Jesucristo. Dios les guarde.
