“Seguid el amor y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”.
1 Corintios 14:1.
El beneficio de la comunidad prima por encima del beneficio individual. Pablo menciona dos dones, para enseñar el principio del amor que debe operar en una comunidad. Los hombres no entienden cuando una persona habla en lenguas porque habla misterios por el Espíritu de Dios. Pero la profecía declara la Palabra de Dios para edificación, exhortación y consolación de la iglesia. Desde la perspectiva de la congregación, la profecía le es más beneficiosa que las lenguas.
Ambos dones tienen el mismo valor, por cuanto son dones del Espíritu Santo.
Es más, Pablo tiene en gran estima el don de lenguas y desea que todos los hombres hablasen en ellas. Por un lado, la profecía consiste en transmitir la Palabra de Dios. Todos hemos sido llamados a predicar la Palabra y a ser de edificación.
Dentro de la iglesia, es necesario hablar de manera comprensible para que todos puedan entender. Pablo toma como ejemplo algunos instrumentos como la flauta, la cítara y la trompeta, además de referirse a las características propias de los idiomas para explicar los dones. Cada instrumento debe producir su sonido distintivo.
La trompeta es utilizada como señal para la batalla, y si no diera un sonido claro, los soldados no podrían prepararse para la guerra. Existen muchas clases de idiomas y ninguno de ellos carece de significado. Si alguno ignora el significado de las palabras, será como un extranjero. Es preciso utilizar palabras de fácil comprensión dentro de la iglesia. Amar al prójimo significa ser de edificación para otros, hasta en las cosas más pequeñas.
El amor es la solución a los conflictos de la iglesia de Corinto causados por los dones espirituales. Pablo enfatiza en el don del amor y afirma que este ” es el más importante de todos” (1 Co 13:13) porque el amor une a la iglesia y la edifica. La manera de justificar el uso del don de la profecía y el de hablar en lenguas es preguntándonos si esto edificará a la iglesia.
Pablo advierte que un don que no puede edificar a la comunidad no sirve para nada porque transmite vida y solo termina siendo un extraño para los demás. Por ende, el fiel debe edificar a su congregación, alentar a los hermanos con el corazón y buscar el don del amor que es capaz de consolar.
El don espiritual que alegra a Dios consiste en seguir el amor y edificarse unos a otros. Dios les guarde.