“El legado de Alejo Durán, ese gran maestro, nunca morirá porque en sus canciones con sabor a pueblo y mujeres bonitas, dejó la huella de un hombre bueno, sincero y de carisma inigualable”: Gabriel García Márquez
Gilberto Alejando Durán Díaz, ‘El negro Alejo’, con su pedazo de acordeón se la pasó toda su vida tocando esa nota donde los bajos fueron su compañía ideal, y como lo anotó su hermano Náfer Santiago. “No era rápido, pero sí muy inteligente. Yo diría demasiado natural y tenía un carisma que se llevaba a cualquiera, así como hacen los toros en la corraleja”.
Alejo, el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1968 marcó su propio territorio, y supo darle a cada mujer y a diversas historias su real versión para untarse de gloria en aquellas famosas corredurías donde dejó su marca registrada.
En cierta ocasión se le llamó la atención sobre las canciones de otros compositores que llevaba a la pasta sonora, y respondió como solía hacerlo, con mucha claridad. “Los cantos tienen que llenar los requisitos y adaptarse a mi estilo, para que puedan tocarse y cantarse llegando a puerto seguro”. De esa manera, inundó de cantos el firmamento del folclor, caso ‘Alicia adorada’ de Juancho Polo Valencia.
Entre esos cantos de su autoría, aparece la famosa ‘Cachucha bacana’, dedicada a su entonces guacharaquero Jaime López, quien presumía estar a la moda adornando su cabeza. Alejo, optó por sacarle un canto y decirle. “Oye lo que dice Alejo, con su nota apesarada, quien como el guacharaquero, con su cachucha bacana. Jaime sí, Jaime sí, Jame sí, y Alejo no”.
Canto famoso
Pasados los años, el artista samario Carlos Vives, con la finalidad de preservar la memoria de Alejo Durán, internacionalizó aquel llamativo canto y luego, al lado de Carlos Huertas Jr., crearon ‘El sombrero de Alejo’. “Lo que produce hay que verlo, ese folclor de la sierra. Se hizo famoso en la tierra como el sombrero de Alejo”.
Carlos Vives le grabó a Alejo Durán las canciones ‘Pedazo de acordeón’, ‘Altos del Rosario’, ‘Fidelina’ y ‘La cachucha bacana’, contando que desde niño esas obras naturales se paseaban por su casa, porque su padre Luis Aurelio Vives Echeverría, solía invitarlo a Santa Marta.
El artista samario, siempre que habla del segundo hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, se emociona. “Alejo era un hombre que congregaba, era el gran símbolo del vallenato por su humanidad, por su sonrisa, por lo que representaba, por su piel, por su acordeón, por su sombrero y por el inmenso legado que dejó”.
En sus presentaciones por diversos lugares del mundo no deja de interpretar las canciones de Alejo, porque lo transportan a ese ayer del Magdalena Grande, el cual hizo posible que el vallenato comenzara a salir de los corrales hasta proyectarse por cualquier lugar del universo.
Tocando con el alma
Alejo Durán en una de sus canciones cuyo nombre es ‘Para saber tocar acordeón’, como nadie dejó una clase de cómo se toca este instrumento sagrado de la música vallenata. En su letra va indicando la manera de hacerlo para que sea más receptivo.
En el primer verso hace énfasis en la manera de tocarlo. “Pa’ sabé tocá acordeón hay que tener mucho cuidado, una buena ejecución y sabé golpear los bajos. Hombe, para cuando toque un son le salga bien acompasado”.
Enseguida se va más a fondo de la manera como se debe ejecutar. “Sino más no es tocar pitos y formar la algarabía, para qué tanto registro, si fluye la melodía. Oye, yo me la paso es tocando, no es para que me den la fama. Yo no toco con la fama, toco es con el alma”.
Al respecto el escritor, poeta e investigador Fernando Bordeth Chiquillo, señaló. “Alejo Durán era poseedor de una inigualable calidad humana, un carisma que le daba una personalidad fascinante. Él usó el lenguaje y los giros locales propios de su cultura de origen, los cuales supo insertar en sus cantos. Además, para tocar el acordeón tuvo un estilo único. Quería tanto a su acordeón que le hizo una bella canción en aire de puya”.
Efectivamente, Alejo Durán siempre llevó el corazón y parte de su alegría en su pedazo de acordeón, tal y como lo reseñó Consuelo Araujonoguera. “Cuando Alejo Durán se subió a la tarima, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la Leyenda Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después, en la gran final, ’La cachucha bacana’, ‘Elvirita’, ‘Alicia adorada’ y ‘Pedazo de acordeón’, fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde entonces lo consagró para siempre en el afecto y la devoción de la gente”. Eso sucedió hace 56 años.
Último “Te quiero” de Alejo
El 15 de noviembre de 1989, hace 34 años, Alejo Durán, el juglar de los cantos raizales, durante sus últimos momentos de vida y acostado en la cama de una clínica en Montería con fuertes dolores en el corazón, resumió en pocas palabras los agradecimientos a Gloria María Dussán Torres, la mujer que durante 14 años lo amó sin límites. “Goya, te quiero mucho”. Él murió cuando contaba con 70 años.
Así, con un “Te quiero”, quedó enmarcada la grandeza del juglar que nació en El Paso, antiguo Magdalena Grande, hoy departamento del Cesar, el 9 de febrero de 1919, el mismo que cada año es recordado en su terruño a través del Festival Pedazo de Acordeón, cuando al rememorar sus notas apesaradas los amantes de este bello folclor no pueden evitar decir llenos de emoción: “¡Apa! ¡Oa! ¡Sabroso!”.