Edicion noviembre 24, 2024
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA
Vapeadores políticos

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Columnista - Arcesio Romero Pérez
Columnista – Arcesio Romero Pérez

Inhalar el vapor generado por la política requiere de experticia analítica. Contener y soltar el destilado de los resultados electorales puede producir angustia asmática en los derrotados; pues, en cierta forma, los “Puff Bars” políticos están diseñados, como los cigarrillos electrónicos, para desechar, tras su uso en las urnas, a los simpatizantes del inacabado festín clientelista.

En gracia a esa analogía, los ciudadanos más aferrados a sus banderas, después de cierta cantidad de inhalaciones, resultan desprovistos de interés por parte de los adictos al poder, de los dueños de las franquicias. Esos militantes, rotulados de partidarios ideológicos, de neocamaradas, resultan afectados por los riesgos que genera el vapeo en la salud de un conglomerado indómito a la razón. El primer riesgo es la adicción a la Nicotina del fanatismo. Si, el mismo que instrumentaliza a los seguidores en las galleras digitales de las redes sociales y que ya hace parte de la cotidianeidad colombiana. Es tal el desenfreno que algunos progresistas sufren en este trance llamada cuatrienio, que aprovechan el redondel para teclear con las espuelas del resentimiento a quienes gradúan como enemigos y contradictores del absolutismo moral. Y entonces, en manifestación de dejo subversivo, expulsan toda clase de humo cargado de agravios y falacias ad hominem para defender los absurdos del rincón ideológico que profesan. Es tal la euforia fentanilíca exteriorizada en cada mensaje o diatriba, que posan de poseedores de la verdad y retan al contendor de turno al duelo de univocidad con el único objetivo de huirle a la ambigüedad que promulgan en sus actuaciones oprobiosas.

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A esa adicción le secundan la ansiedad y la depresión, hermanas siamesas que afectan la memoria, la concentración y el autocontrol de los autómatas víctimas de un nuevo tipo de ceguera. La ceguera pasional que nubla la razón, que ennegrece la tolerancia y desconoce la luz del discernimiento. En ese topetar, ante la vedad y la develación de los fracasos del desgobierno nacional, los vapeadores de la primera línea digital se muestran nerviosos y ansiosos para debatir con argumentos los axiomas de la debacle de la inacción y la chambonería anunciada y comprobada.

El tóxico petrista desconoce el daño que hacen las toxinas en su cerebro, pues el frenesí temporal que les produce una ideología impropia es superior al silencioso ardor que calcina sus neuronas y los condena a la dependencia humeante del “idiota orwelliano” que yace postrado ante el aparato adoctrinador del “Gran Hermano”.

Para abandonar el hábito de vapear, los progresistas deben realizar un ejercicio de autoconciencia democrática, darle oportunidad a la crítica y al pluralismo político, y por supuesto, controlar las ganar de expresarse de manera violenta en cada golpeteo al teclado del celular. Sin embargo, es nuestra obligación aconsejarles que, si optan por el camino de la abstinencia, deben saber que la ausencia de vapeo progresista puede generar consecuencias propias del proceso de sanación, como dolor de cabeza, mal humor, cansancio, inquietud y arrepentimiento por la mala decisión electoral del año 2022.

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