Wasajerrou es una comunidad de espacios amplios, brisa fresca y un tesoro: el del kilómetro 105. El tesoro es una roza en la que crecen todo tipo de plantas, desde las que curan una gripa hasta la que lleva por nombre los zapatos tradicionales de la cultura, ‘flor de waireña’. Lo más sorprendente, es que esto sucede en medio del desierto guajiro.
Otilia Sierra Ipuana, autoridad tradicional de esta comunidad, recibe nuestra visita, cuenta de su tierra y deja para el final una sorpresa, un cerramiento en yotojoro que antecede la casa, por fuera poco se ve, pero con una sonrisa que invita a maravillarse, da la bienvenida a su tesoro, a su roza: “Bienvenidos a mi roza, aquí hay plantas para cuando nos pica una culebra, para fiebre, hemorragias, hay papaya, mamón. Yo las cuido, mi hija me trae una o me las regalan y yo las siembro. Si sus amigas le regalan, ella me las pasa. Este es el tesoro. Mira esta, cuando llega una persona que habla mal se recoge, cuando llega una persona como tú, mira, se abre”.
Y es que en esta comunidad están acostumbrados a recibir visitas, incluso, podríamos decir que, aunque tengan guardado un tesoro, el 105 también es un tesoro para muchas otras comunidades que en el pasado los usaron como hogar de paso para sus animales en tiempos de sequía, ubicándose en la zona de manera temporal mientras los anfitriones les proveían todo para su estancia.
Era tan recurrente y normal recibir personal de paso en el territorio que de ahí nació el nombre de la comunidad, una adaptación a los ‘pasajeros’. Como se les hacía difícil pronunciar esa palabra fueron remplazando la ‘p’ por la ‘w’ y hoy es el territorio llamado Wasajerrou.
Los habitantes de esta comunidad se definen como gente unida, “Somos unidos. Para lograr cualquier objetivo siempre hay que hacerlo en equipo”, afirma Gloria Sierra, líder de la comunidad. Y se dedican a varias actividades: “Trabajamos con la pesca, la explotación de yeso y de sal. En cardón, una playa a 20 minutos de la comunidad, trabajan más que todo la pesca, la explotación de yeso, la gente de aquí se traslada hasta allá. También hay personal docente en las UCAS”, afirma Gloria.
Pero hay algo entre sus quehaceres que manejan a la perfección y los identifica, el tejido del chinchorro, del que la autoridad nos cuenta su proceso: “Nosotras sabemos cuál es el estampado y los colores que queremos hacer, ya sea en chinchorros o mochilas y, si queremos que se haga rápido ya depende, si es por encargo, se hace rápido, pero si es para nosotros mismos duramos en la labor hasta un mes”. Sobre su inspiración cuenta que viene de sus mentes y lo llevan en la sangre: “Desde nuestra cultura sale lo que imaginamos, por ejemplo, a mis hijos no les digo: “venga y siéntense acá y tejan”, ellos, a través de su imaginación y pensamientos, empiezan; así fue conmigo en un inicio, comencé a imaginar cualquier cosa y eso era lo que hacía”, afirma Otilia.
Con esta comunidad, Cerrejón ha trabajado proyectos de fortalecimiento artesanal a través de entrega de hilos y la adecuación de la vía de acceso a Wasajerrou. Además, es un territorio beneficiado que recibe frecuentemente agua potable del Tren del Agua de la empresa.
A mano derecha de la vía que de La Mina conduce a Puerto Bolívar, hay un tesoro en el 105.