Edicion noviembre 23, 2024
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Sociedad posdemocrática y ciudadanía light

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Columnista – Arcesio Romero Pérez

El continuo abordaje del ensayista Gilles Lipovetsky, navegaré por las páginas de su libro De la Ligereza (2013), para exponer algunas notas sobre la sociedad posdemocrática. Plantea el autor la tesis de que en la hipermodernidad vivimos en democracias vaciadas de todo compromiso civil y de toda fe en grandes proyectos colectivos. La civilización de lo ligero no reconoce deberes cívicos ni obligaciones sociales superiores. El orden colectivo no goza de buena imagen. Y entonces, a partir de esa premisa expone la forma como el desencanto de lo político ha menguado la moral ciudadana, reduciendo la confianza a una expresión infinitesimal. Una expresión individualista, en la cual, el YO predomina como el derecho a vivir como se desee, que gesta a su vez la posición enfermiza de una ciudadanía light, desprovista de obligaciones con los demás y con los bienes supremos.

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Por otra parte, hoy, emerge con presencia gutural y crece en acomodo el ausentismo electoral, sobre todo en las capas más pobres y desinformadas de la sociedad. Pero no es un desinterés absoluto y voluntario; más que una desidia por la política es una apatía ligera y superficial que reposa en la inercia del inconformismo y la incredulidad ciudadana. En parte, esta posición de quietud y responsabilidad cero está cimentada en identidades políticas ligeras. Los electores no son afines a ningún partido y escasean la conciencia de clase y la pertenencia partidaria. Y en consecuencia, la confianza en la clase política se desmorona, al igual que los afectos ciudadanos a los otros poderes y a los medios de comunicación.

Lipovetsky nos muestra la existencia de un marcado desengaño hacia las utopías que buscan la construcción de un mundo mejor. En segundo plano, reafirma como el triunfo de la economía de mercado es capaz de sobrepasar al control de los Estados. Además, nos vende la el postulado de que con el turbocapitalismo global se asienta la idea de que ya no es posible cambiar la sociedad.

De estar gobernados por una clase política sin poder real, habitamos una democracia delgada, con un peso político ligero, pero dentro de un capitalismo de mercado obeso en el cual emergen sociedades posdemocráticas y democracias sin ciudadanos, que gestionan la deshumanización de los electores. Es claro, que vivimos en los tiempos de la pospolítica sin compromisos ni participación. Es la era de una democracia sólida en sus formas, pero débil en sus actos e incapaz de sostener la emancipación de la razón ni de construir ideales movilizadores. Un estadio donde el valor del espíritu de las ideas, como lo afirmó Paul Valery, ha cedido al valor del negocio, la diversión y el entretenimiento.

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La idea prevaleciente en la hipermodernidad es: ¿Para qué sirven tantos razonamientos complicados? En el ahora de la inmediatez, todos quieren acceder a lo complejo sin esfuerzo y sin placer. El fin es, llegar a saber un poco de todo, pero de prisa, sin el sacrificio que prima en el pensamiento ligero y en la cultura de la pantalla, tan fragmentaria e irregular como nuestro destino. Como aporte suplementario de Gilles, es bueno destacar una frase que ha tomado fuerza en los últimos tiempos: “el universo digital puede llenar cabezas, pero no tiene el poder para ubicar esas cabezas en su sitio”.

Para finalizar, quisiera destacar tres frases interesantes del autor: (i) “La revolución de lo ligero avanza, pero nunca nos hace más felices”. (ii) “En el imperativo de la eficacia el consumo triunfa, pero el consumidor se frustra por los infinitos inalcanzables”, y (iii) “Ganamos en ligereza de acción, más no en ligereza interior; pues, domina la frivolidad”.

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