Parece que están tacando burro. Algunos autoproclamados líderes de la etnia wayúu están queriendo librar una batalla de proporciones épicas por la puesta en escena de manera evidente de sus intereses personales y el de sus entornos familiares. No, no se trata de una película de Hollywood, sino de la controversia entre los líderes de la comunidad wayúu conmigo.
Todo empieza con la decisión del presidente Petro al declarar el estado de emergencia económica, social y ecológica en el departamento de La Guajira, y su jugada de crear un nuevo modelo de salud propio e intercultural bajo el decreto 1270.
Ante lo cual la Asociación de Cabildos, el Consejo de Palabreros y algunas autoridades tradicionales publicaron un pronunciamiento oponiéndose al nuevo modelo de salud y al respecto expresé mi opinión en una columna.
En este enfrentamiento, he recibido un diluvio de acusaciones, todas apuntando a que mi voz es simplemente un intento de desacreditar a los líderes y proteger mis propios intereses políticos, a pesar de que no tengo ninguna aspiración a cargos de elección popular para las elecciones del 29 de octubre, ni tampoco estoy militando en partido o movimiento político alguno.
Pero aquí la verdad cruda es que la Asociación de Cabildos, el Consejo de Palabreros y algunas autoridades tradicionales han tejido un entramado de lujo mientras las comunidades indígenas padecen hambre, sed, desnutrición. ¿Es culpa mía? Lo dicen las estadísticas oficiales: 66,3 % pobreza monetaria; 39,7 % pobreza extrema; 48,7 % sin acceso a servicios de salud, educación, condiciones de vivienda y agua potable.
Pero hay más. En materia de salud a la población wayúu, las 3 EPS indígenas: AIC ANÁS WAYÚU Y DUSAKAWI tienen afiliados a más del 80% de la población indígena, y contratan la prestación de servicios con 30 IPS indígenas. ¿y si tienen garantizado el servicio de salud por qué no son atendidos? ¿El negocio es mío? No. Pero es el negocio perfecto con la vida de la gente: cobran un servicio que no prestan de manera eficiente.
Sin embargo, hay mansiones suntuosas, carros de alta gama y un reguero de escoltas que no son precisamente lo que uno espera de aquellos que deberían velar por el bienestar de su gente. Esta contradicción flagrante entre su estilo de vida ostentoso y la realidad que enfrentan sus propios hermanos y hermanas es simplemente indignante.
En respuesta a mis opiniones, el Consejo de Palabreros ha presentado la solicitud de un “diálogo intercultural de acuerdo con el sistema Normativo Wayuu”, pero, ojo, bajo sus propias reglas ¡Me quieren aplicar las normas que ellos mismos no cumplen! Y un pequeño detalle: no soy wayúu. Mi madre era de Villanueva y mi padre era santandereano.
Pero no me anima la más mínima intención de menospreciar la cultura wayúu ni escupir sobre sus tradiciones. Me enseñaron a respetar a la gente y a sus tradiciones. Pero tampoco podemos cerrar los ojos ante el dolor y la urgencia en las comunidades. Mi rol como vigilante de los recursos públicos me empuja a dar voz a aquellos que se quedan en el silencio.
En últimas no se trata de si soy o no wayúu, porque en efecto no lo soy. Se trata de quede las voces de las comunidades indígenas sean escuchadas y que sus líderes rindan cuentas por sus actos y el uso de los recursos dispuestos para resolver los problemas de las comunidades indígenas. La Asociación de Cabildos y el Consejo de Palabreros deben reconocer que la lucha por la justicia y la igualdad no está limitada por líneas étnicas.
En resumen, esto va más allá de quién tiene razón y quién no. Se trata de la justicia y de hacer lo correcto. Las comunidades indígenas merecen líderes que luchen verdaderamente por su bienestar, no aquellos que nadan en la opulencia mientras los demás se ahogan en las penurias. La historia finalmente dará su veredicto, y espero que la verdad y la integridad sean las triunfadoras.
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí... @LColmenaresR