Cientos de estas aves engalanan la laguna Navío Quebrada, ubicada en Camarones.
A solo 21 kilómetros de Riohacha, en el corregimiento de Camarones, existe un lugar paradisíaco y hermoso que es escogido por miles de turistas que llegan a La Guajira cada año a disfrutar de sus bellezas como el desfile de los flamencos rosados en la laguna Navío Quebrada.
El santuario de fauna y flora es un paisaje boscoso, desértico y florar que es considerado por muchos como una mina de oro ambiental en La Guajira; se cree que más de 7 mil flamencos son los que visitan la región, y es todo un privilegio que se dejen ver con facilidad.
Luego de escuchar muchas historias sobre este lugar, quise experimentar -como nativa- esta aventura y me fui a Camarones a conocer de esta espectacularidad de paisajes y riqueza ambiental. Al llegar a mi destino de inmediato me abordan guías turísticos llamándome la atención uno de ellos que de manera apasionada mencionó que hay un santuario de fauna y flora. Anderson Rosado fue el guía que varios turistas y yo escogimos para hacer el recorrido.
Para llegar al santuario tuvimos que atravesar la Laguna Navío Quebrada, junto a mí, iban otros dos turistas; una pareja de esposos australianos que exploran lugares desérticos como La Guajira. Iniciamos el recorrido a las 9:40am, era una mañana soleada con buen clima y junto a este, el viaje se convierte en una plática muy agradable entre los que íbamos en la lancha.
¿No le da miedo ir en este bote que se mueve de lado a lado? – le pregunto a la mujer, una rubia alta con muchas pecas. Ella esboza una sonrisa y responde que está acostumbrada porque desde pequeña le ha gustado el mar. Interrumpe el señor Oliver, su esposo, quien lleva en su mano una Coca Cola que toma en cuestión de segundos mientras me dice que tratan de venir cada cierto tiempo a Latinoamérica.
Nuestro guía tomó la palabra y dice que los flamencos son aves fieles y que por eso cuando logran conquistar una, se quedan con ella para siempre. “Una vez vimos cómo los flamencos machos conquistan; hacen un baile muy elegante estirando sus largas patas”, explica muy tranquilo Anderson. -“¡Qué chévere, ojalá algún día lo podamos ver!”- añade Anna.
Luego de varias historias, anécdotas y experiencias vividas por los turistas en sus viajes exploradores, Anderson nos avisa que en 20 minutos ya estaríamos llegando al santuario. Llevábamos una hora de recorrido y yo ya me empezaba a desesperar. Es que el viaje al paraíso rosado está lleno de incertidumbre, pues, los flamencos se mueven internamente dentro de la laguna e incluso, viajan a otros países, entonces no existe garantía como tal de poder avistarlos fácilmente.
Durante el viaje, tuvimos la oportunidad de conocer otras aves que desconocíamls, tales como las ‘patocucharas’, ‘las gringas’, ‘guaco manglero’ y otras más comunes como los pelícanos, patos, garzas y gaviotas, que convierten la quietud de los cielos azules y despejados de la península, en un animado y concurrido paisaje lleno de colores mágicos.
Dialogando con Anderson me contó que se dedica a esto desde los 18 años y, ahora que ya tiene 29, espera que siga siendo una práctica para el sustento de su familia, y visiona al santuario como un lugar que espera a más nativos conociendo y disfrutando de cientos de aves de diferentes colores y tamaños que embellecen el paisaje.
En cuanto a la conservación de la laguna, me comentó que es desde la misma comunidad con Parques Nacionales que vienen trabajando para seguir protegiendo el área a través del plan de ordenamiento ecoturístico, que busca organizar y hacer seguimiento de las actividades que generan impacto, especialmente en el ave insignia del área que es el valor objeto de conservación a proteger y a cuidar.
Luego de un rato, conociendo todo lo que la misma comunidad está haciendo en la laguna y del trabajo del turismo comunitario que han implementado, Anderson nos sorprende diciendo que me prepare y que empiece a tomar fotos, así que cuando alcé la vista y empecé a ver la mancha rosa a lo lejos, se me olvidó en ese momento los 39° grados que ardían en mi piel.
Yo, tratando de no caerme mientras me pongo de pie en el bote, pensaba en que, con razón, esta reserva atrae a más de 20 mil turistas al año, pues enamoran con su color rosado e impactan de manera positiva a la imagen paisajística del departamento norte de Colombia. Cada vez que nos acercamos más, empiezo a ver cómo la mancha rosada cubre toda la superficie de la laguna, pero para no ahuyentarlas, nos advierte Anderson que debemos continuar el recorrido a pie.
Ya en tierra continuamos el recorrido por los senderos del parque, y siguiendo las orientaciones de Anderson, aprendimos que hay más de 95 especies entre migratorias, amenazadas y otras endémicas. Entretanto, Anna, la turista australiana, saca de su colorida mochila wayuu su celular y exclama que hay más de 800 flamencos rosados. ¡Este es su Disneylandia! – suelta con mucha emoción, el señor Oliver.
Fue un espectáculo de ensueño, me llama la atención ver algunos de color blancos y grises, así que le pregunto a Anderson si es por lo que me había mencionado mientras hacíamos el recorrido acerca del alimento de los flamencos, y él me aclara que esto se debe a que ellos no son rosados todo el tiempo, los blancos son los juveniles en medio de la bandada de adultos, sino que hace parte de las etapas de crecimiento; cuando nacen son marrones, pasan a gris oscuro, luego a gris blanco, y por último gracias a los crustáceos, camarones y algas que se consiguen en el departamento y que atraen a los flamencos hacia sus aguas, consiguen el rosado más intenso.
A 80 metros de distancia, aproximadamente, puedo ver como es estar en un sueño donde cientos de flamencos y otras aves hacen de estas 7 mil hectáreas de área protegida el santuario de fauna y flora. Al año migra una especie por todo el cordón caribeño para embellecer los paisajes del que los turistas conocen su historia, migración y los beneficios que trae al ecosistema.
En definitiva, el santuario de fauna y flora ‘Los Flamencos’ es un paisaje que se debe contemplar más de una vez en la vida por el majestuoso y elegante animal que le da nombre al santuario y que a la hora de partir se disuelven en espirales sobre las lagunas azules verdosas de la gran Laguna Navío Quebrada, una de las más ricas en variedad de aves en esta sección del país.