Edicion noviembre 24, 2024
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¿Por qué las campañas políticas son caras?

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Columnista – Jaime Alfredo Movil Brito

A pocos meses de las elecciones regionales en Colombia y de la definición y paso en firme de candidaturas independientes, se ha suscitado un debate en las redes sociales alrededor de los altos costos de las campañas políticas, principal obstáculo para liderazgos emergentes que ven como una amenaza y talanquera el factor dinero, contrario a la oportunidad que supone para los mercaderes de la política, quienes normalmente se perpetúan en el poder basados en una lucha desigual donde el dinero marca la diferencia.

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Luego de esta introducción e imaginario colectivo sobre las campañas políticas, como consultor político me permito esclarecer algunos puntos. Hay una máxima en política y es la siguiente: “Candidato pobre, pobre campaña”. Sobre esto, entendemos que el dinero y las campañas son un matrimonio para toda la vida. Sin dinero es prácticamente imposible acceder al poder, el dinero es vital porque se necesita para la investigación, ejecución de estrategias, comunicación, logística, movilización, publicidad, equipo, expertos en distintas áreas, etc.; sin embargo, y aclarado este primer punto, vale la pena preguntarnos si ¿saben los candidatos políticos cuándo, cómo y en qué gastar el dinero? La respuesta es obvia: ¡NO!

Existe un desconocimiento total por parte de la mayoría de los candidatos políticos, quienes ven como única posibilidad la consecución de votos mediante cálculos transaccionales para que el elector favorezca a su favor; es decir, el dinero per se como forma de conquistar votantes, el dinero visto como fin y no como medio para conseguir electores. En esa premisa subyace la diferencia entre una campaña efectiva y una campaña altamente costosa. Evidentemente un porcentaje alto de los candidatos desconoce y evade la posibilidad estratégica y esfuerzo que suponen persuadir o conquistar a cada elector y, contrario a ello, optan por el “facilismo”; en otras palabras, malas prácticas conocidas, que conllevan que se aumenten considerablemente los gastos en las campañas.

Las campañas son lo más parecido a una relación inicial de pareja: tú eliges si la conquistas con método, plan, tiempo y algo de recurso o si, contrario a ello, pretendes doblegar la voluntad de tu objetivo a base de derrochar dinero. Este cálculo es cada vez menos efectivo, considerando que hoy la gente recibe el dinero y vota por el que quiere. Por otro lado, factores como la ausencia de planificación presupuestal también afectan las campañas, las cuales deben ser gerenciadas como empresas y no como fundaciones benéficas, debido a que el recurso económico es limitado y requiere de la mayor efectividad y razonamiento posible. Así mismo, factores asociados a la personalidad del candidato (favorabilidad) influyen en los gastos de campaña: el carisma, la imagen, la reputación, el mensaje, entre otros, influyen en la incidencia del voto.

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En este orden, el tiempo es determinante en los costos de una campaña política. Contrario a lo que piensan muchos, salir con antelación, pero salir bien, siempre será la mejor opción para economizar en las campañas; el tiempo bien utilizado es proporcional a ahorro de dinero. Pero ojo: aspirar con poco tiempo disponible, incrementaría los costos, por lo que implica darse a conocer masivamente con más competencia y con un elector menos receptivo.

Por último y no menos importante, la ausencia de profesionales de la consultoría política en la campaña también influye en el costo; como dice JJ Rendon, “el que cree que cuesta caro un profesional, no sabe lo caro que cuesta un incompetente”. Los consultores políticos con metodología y planificación abaratamos las campañas, dice JJ, quien argumenta que son 20 veces más baratas las campañas cuando se posee asesor y estrategia. Una buena asesoría te permitirá acceder a análisis sobre gastos o inversiones más convenientes en clave electoral o estrategias de campaña, recordemos que las campañas más caras siempre serán las que se pierden.

Para entender mejor la ecuación, repasemos campañas recientes en donde se reafirma el dinero como medio y no como fin: la elección estadounidense en la cual ganó Donal Trump en el 2016, quien gastó alrededor de 600 millones de dólares, mientras que Hillary Clinton, su contrincante, gastó el doble, alrededor de 1.200 millones de dólares; en Colombia, en las más recientes elecciones nacionales, el ingeniero Rodolfo Hernández optó por una campaña muy modesta comparada con la de Fico Gutiérrez. Lo anterior quiere decir que gastar más no garantiza el triunfo; el dinero es un condicionante muy importante pero no es DETERMINANTE.

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