Reapertura de la frontera y las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela
Las relaciones bilaterales entre Colombia y Venezuela han estado marcadas por un sinnúmero de altibajos que denotan las discrepancias en cuanto a ideologías políticas y sistemas de gobiernos. Estas naciones comparten más de dos mil kilómetros de frontera, además de aspectos históricos, geográficos y demográficos que las hacen interdependientes.
A pesar de ello, en los últimos años se han dado rupturas que han transformado la historia de la diplomacia entre ambos países, generadas durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez por el presunto apoyo del régimen venezolano a las guerrillas de las FARC y el ELN. Sin embargo, en la era de Juan Manuel Santos se da inicio a una nueva fase de las relaciones diplomáticas entre Bogotá y Caracas, enfocada en impulsar la inversión social, el comercio, el desarrollo de infraestructuras y la seguridad en la zona de fronteras.
En el año 2015 inicia otra tensión debido al cierre del Puente Internacional Simón Bolívar, cuando el actual presidente venezolano Nicolás Maduro ordena la deportación de colombianos por supuestas implicaciones en ataques a soldados venezolanos, además de actividades ilícitas relacionadas con el contrabando de gasolina. En 2016 se reabre la frontera y en 2019, con el espaldarazo de Iván Duque a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, se da una nueva fractura en las relaciones consulares.
No obstante, en la actualidad se vislumbran nuevos aires para ambas naciones, desde que el presidente Gustavo Petro anunció que dentro de las prioridades de su gobierno trabajaría por reanudar las relaciones diplomáticas y comerciales con el vecino país, y lo ratificó con el nombramiento del exsenador Armando Benedetti como Embajador de Colombia en Venezuela. Esta coyuntura ha mantenido a los departamentos ubicados en zona de frontera expectantes frente a la posibilidad de fomentar escenarios que impulsen el desarrollo fronterizo, la cooperación internacional y la ampliación de libertades y opciones para los ciudadanos que allí convergen.
Por su parte, se busca restablecer las relaciones militares e impulsar el comercio fronterizo a través del Acuerdo de la Frontera, como el principal vehículo de colaboración que coadyuvará a la creación de una zona económica diferencial e integral, sumado a estrategias y planes para la disminución de impuestos a ciertas actividades, además de la reglamentación que fomente la inversión en el sector educativo, de salud e infraestructura.
Acorde a la Cámara de Integración Económica Venezolano Colombiana, la reapertura permitirá que el intercambio de bienes y servicios llegue hasta mil 200 millones de dólares durante la presente vigencia, lo cual significa que ambos países deben trabajar en la armonización de una cooperación económica en términos de competitividad y hacia la construcción de una integración que facilite una recuperación productiva y social.
En el caso de La Guajira, los principales gremios y sectores económicos deberán alzar la voz para que el actual gobierno implemente estrategias enfocadas en disminuir los altos índices de ilegalidad, inseguridad, migración masiva y desabastecimiento de alimentos en la frontera, ya que el intercambio comercial y la circulación de personas no se ha detenido pese al cierre fronterizo, sino que por el contrario, se ha venido haciendo de manera ilegal y ha robustecido acciones producto del contrabando, el lavado de activos, la informalidad y violencia de los derechos humanos.
En esta ocasión, los líderes de ambos Estados están llamados a trabajar en términos de solidaridad, complementariedad y corresponsabilidad, siendo conscientes de la importancia de crear programas integrales que permitan que la frontera vuelva a florecer a partir del cierre de brechas sociales, la generación de empleo y la construcción de capacidades en beneficio de colombianos y venezolanos. Es el momento de crear las condiciones para que los recursos y potencialidades de ambos países impacten de manera positiva a las poblaciones que se han visto afectadas por los largos periodos de distanciamiento y conflicto.
