Cristo, un repaso al debido proceso
“4 características corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”
Al inicio de mis estudios sobre Derecho, recuerdo que se nos empieza a instituir que el abogado es aquel profesional formado para entre otros aspectos, procurar con sus actuaciones salvaguardar el orden jurídico desde cualquier escenario que lo profese.
Por estos días de semana santa, a parte que viene a mi mente muchos momentos con que compartimos en familia, también los dos años que llevamos inmersos en una pandemia mundial que nos tocó vivir y a pesar de ello, muchos familiares y amigos han partido de manera temprana a la morada celestial. Una semana que debemos tener de recogimiento y reflexión personal y familiar, avivando la fe que tenemos en Jesucristo, por cierto, quien sacrificó su vida por nosotros.
Sin entrar en mayores disquisiciones en materia cristiana, para ese Jesús al que nos referimos siendo un hombre de carne y hueso, lo más lógico en su época era ser concebido de manera natural, nacer, crecer, aprender un arte, tener esposa e hijos y morir como buen cristiano a la edad que Dios padre todo poderoso lo hubiera llamado. O, ser un recaudador de impuestos como Mateo o haberse enfilado en los ejércitos romanos quienes durante siglos conquistaban y gobernaban gran parte del territorio europeo y otros continentes. Sin embargo, tenía una misión divina que fue aquella para lo cual fue concebido en el vientre de mamá María y ser la persona más influyente de nuestra historia, pero a su vez, quien con todo y el poder de la oración y convencimiento por su amor al prójimo, tuvo el juicio más injusto y parcializado que podemos desde el estudio del derecho haber conocido.
Los principios básicos que toda persona debe tener inmerso en un proceso judicial o administrativo, es un juez natural, principios de legalidad respecto al procedimiento, sanción o eximentes de responsabilidad, juicio justo y resocialización de la sanción como fin de toda sociedad. En plata blanca, lo que conocemos como debido proceso.
Antes de Cristo ya el maestro de la filosofía Sócrates había determinado unas características o postulados en cuanto al comportamiento de todo juez al momento de tomar sus decisiones: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
Empero, el juicio que conocemos -año 33 de nuestra era- por la palabra estuvo plagado de todo vicio al procedimiento, incluyendo desde el momento de la captura en el huerto de los olivos o Getsemaní posterior a la entrega de su principal testigo de los presuntos delitos que se le acusaba, el cual nunca se lo manifestaron. Testimonio de arrancada ilegal, al no ser ratificado en juicio ya que Judas cronológicamente se suicidó antes que el gallo cantara tres veces la negativa de Pedro a Jesús; y que, si analizamos las pruebas, Jesús nunca se escondió y siempre evangelizaba en público.
Posteriormente, al carearlo frente al sanedrín -sacerdotes judíos que perdieron facultades al ser sometidos por Roma- y demás autoridades de gobierno, no tuvo una defensa técnica ni de oficio que procurase evitar tantas violaciones a sus derechos y ni que decir de quienes tomaron la sanción, se violó todo el ordenamiento jurídico basado en el principio de legalidad, como quiera que dentro de las normas romanas no existía el juicio por jurado como lo ejerció el pueblo judeo – cristiano al preguntarse por parte de Poncio a quien indultaba y castigaba, cuando desde la época del emperador Augusto habían perdido tal potestad.
Finalmente, Pilatos no decidió imparcialmente como un buen juez y prefirió, la crucifixión de Jesús, no sin antes someterlo al proceso más brutal contra una persona como es el azote.
Para la historia judicial quedaron sus palabras “lavo mis manos de sangre inocente”. Así concluyó quizás el juicio más injusto e importante de nuestra historia, con un procedimiento ilegal.
Nosotros los cristianos, especialmente por estos días debemos reflexionar, sobre la vida, muerte y resurrección del hombre que nació y murió por nosotros.