Edicion diciembre 31, 2025

Los guardianes invisibles de los Derechos Humanos en La Guajira

Los guardianes invisibles de los Derechos Humanos en La Guajira
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En el Día Internacional de los Derechos Humanos exaltamos el liderazgo silencioso y comprometido de quienes, con humanidad y persistencia, trabajan por la dignidad y la vida en el territorio.

En La Guajira hay liderazgos que caminan en silencio. No buscan cámaras ni titulares, no posan frente a reflectores. Caminan bajo el sol que parte la tierra, entre rancherías y caminos polvorientos, cargando sobre sus hombros una responsabilidad que pocos están dispuestos a asumir: defender los derechos humanos, la identidad cultural, el territorio, el ambiente y, ante todo, la vida.

Son mujeres y hombres que no necesitan cargos rimbombantes para servir. Mientras muchos duermen, ellos ya están recorriendo comunidades, escuchando historias, gestionando soluciones, tocando puertas para que lo urgente no siga esperando. Su trabajo es cotidiano, profundo y, muchas veces, invisible.

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Entre ellos figura José Silva, director del Movimiento Indígena Nación Wayuu. Su nombre no suele aparecer en portadas; sin embargo, su presencia es constante en los lugares donde la necesidad se vuelve urgencia. Silva no solo defiende derechos: teje puentes, multiplica voces, acompaña procesos. Junto a su equipo de profesionales y voluntarios, atiende casos de vulneración, gestiona atención en salud, acompaña emergencias y fortalece a las comunidades que requieren más corazón que recursos.

Reconocer su labor en este Día Internacional de los Derechos Humanos es afirmar que la defensa de la vida se hace desde el territorio, desde la cercanía, desde la escucha. Es valorar ese esfuerzo que sostiene a quienes enfrentan desigualdades, y que mantiene viva la esperanza en lugares donde la institucionalidad parece distante.

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¿De dónde nace esa voluntad? De la convicción. Del compromiso de creer que cada niño wayuu merece agua y alimentación, que cada enfermo merece atención, que cada familia merece acompañamiento y que cada comunidad merece ser escuchada. De insistir, de gestionar, de volver una y otra vez —a pie, en moto, en carro prestado— hasta que el derecho sea realidad.

En las rancherías, cuando se menciona a José Silva, no se habla del cargo. Se habla del hombre que llega. Del que escucha. Del que aparece cuando falta el agua, cuando alguien enferma, cuando una familia necesita apoyo frente a una entidad, cuando el territorio exige defensa, cuando un conflicto pide mediación.

Ese es el liderazgo que deja huellas: el que sirve sin esperar aplausos, el que acompaña sin exigir reconocimientos. El que se alimenta no del ego, sino de la satisfacción de aliviar realidades.

En tiempos donde muchos buscan figurar, La Guajira posee guardianes silenciosos. Líderes que actúan más de lo que hablan. Que sostienen la dignidad con trabajo y no con discursos. José Silva y su equipo representan ese espíritu guajiro que resiste, acompaña y protege: la palabra que camina, la mano que apoya, la esperanza que no se apaga.

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