Edicion octubre 30, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Entre la guerra y la justicia: los bombardeos de EE. UU. y el nuevo rostro del narcotráfico

Entre la guerra y la justicia: los bombardeos de EE. UU. y el nuevo rostro del narcotráfico
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Columnista - Breiner Robledo Meza
Columnista – Breiner Robledo Meza

El reciente ataque de Estados Unidos contra cuatro presuntas “narcolanchas” en el Pacífico, con un saldo de 14 muertos, vuelve a abrir un viejo y espinoso debate: ¿hasta dónde puede llegar un país en nombre de la seguridad global? ¿Y a qué costo humano y diplomático?

Según el Pentágono, las embarcaciones destruidas formaban parte de redes de narcotráfico que operaban en rutas conocidas del Pacífico oriental. Sin embargo, el detalle que más inquieta no son las cifras ni la geografía, sino la metodología: bombardeos militares, no interceptaciones marítimas. Balas de guerra para delitos que tradicionalmente competen a la justicia.

Este hecho marca un giro peligroso. Washington parece haber decidido que el narcotráfico ya no es solo un problema criminal, sino un enemigo bélico, casi terrorista. La “guerra contra las drogas” se transforma, así, en una guerra sin fronteras, sin juicios ni tribunales. Y esa es una línea muy delgada que amenaza con desdibujar el principio de soberanía y el respeto al derecho internacional.

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El gobierno de Trump, en su segundo mandato, ha enmarcado estas acciones dentro de una ofensiva contra lo que denomina “narco-terrorismo latinoamericano”. Una narrativa que, si bien puede sonar firme en los discursos de campaña, deja tras de sí cadáveres anónimos, aguas ensangrentadas y una región que mira con preocupación cómo los problemas del narcotráfico se enfrentan con bombas, no con estrategias de desarrollo, prevención o cooperación.

Mientras tanto, México lidera el rescate de un único sobreviviente; Colombia y otros países de la región expresan cautela y malestar. Ninguno quiere ser visto como cómplice de una intervención sin precedentes, pero tampoco como defensor de los carteles. Es una cuerda floja diplomática que evidencia el dilema regional: la guerra ajena se libra en nuestro mar.

Más allá del debate jurídico, hay un mensaje político inquietante. Si EE. UU. justifica acciones militares unilaterales bajo la bandera de la lucha antidrogas, ¿qué impedirá que mañana lo haga contra cualquier otra amenaza “percibida”? La historia enseña que las guerras preventivas rara vez se detienen donde empiezan.

El narcotráfico, sin duda, es un cáncer que carcome nuestras sociedades. Pero combatirlo con fuego aéreo no cura el tumor: lo esparce. La solución real no está en el estruendo de los misiles, sino en la inversión social, la cooperación binacional y el fortalecimiento institucional.

EE. UU. puede ganar una batalla, pero si América Latina no se levanta para exigir una estrategia humana y compartida, perderemos la guerra más importante: la de la dignidad y la soberanía.

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