La oportunidad de escribir con tinta de oro, recuerdos imborrables en el corazón de los visitantes.

A propósito de la celebración del aniversario número 480 de la ciudad de Riohacha y de los 60 años del departamento de La Guajira, además de la reciente declaración en MONDIACULT 2025, en la que los países que conforman la Alianza del Pacífico suscribieron una declaratoria que establece que la educación artística y cultural es un derecho y un eje estratégico para las políticas culturales de la región, resulta pertinente reflexionar respecto de la relación que tenemos con nuestra historia; también sobre la necesidad de reconocerla y honrarla en su real dimensión, y de las múltiples formas como podemos intentar diligentemente, recuperar la memoria colectiva, hacerla visible y mostrarla a los visitantes quienes durante décadas han visitado esta tierra sin saber o aprendiendo poco, del tesoro valioso que aparece al mirar con detenimiento al pasado reciente y remoto del departamento y su capital.
Dice el adagio que nadie ama aquello que no conoce y cuánta razón le concedo a esa afirmación. Quizás por ello nuestra tierra, La Guajira la amada dama reclinada bañada por las aguas del caribe inmenso, requiere hoy más que siempre, de actos palpables de gratitud y de amor de sus hijos. Máxime al encontrarnos en este 2025 en tan importantes aniversarios, entre ellos el más antiguo que corresponde al del poblamiento del territorio denominado como Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha, afectuosamente llamada también el portal de las perlas, la fénix, la consentida o la pechichona del Caribe como la he llamado siempre.

Alguna vez nos hemos preguntado: ¿Qué tan reconocida es nuestra historia? Comenzar por plantear ese interrogante resulta necesario con el fin de identificar en eso que nos hace únicos. Esta es una valiosísima oportunidad para que, conociéndonos y reconociéndonos como hilos de ese amplio tejido de acontecimientos donde converge el extenso tapete de la memoria social, nos amemos más como un territorio único, y, para qué, desde allí, elevemos sobre fuertes y profundos cimientos de consciencia y pertenencia, el compromiso colectivo general de cara a nuestro presente y futuro como sociedad.

¿Cuánta de nuestra historia, sus personajes y próceres son plenamente identificados por las nuevas generaciones para su valoración y aprecio? ¿Qué expresiones y manifestaciones culturales son conocidos por las personas? ¿Quiénes son nuestros próceres? ¿Qué acontecimientos históricos a nivel local, son conmemorados? ¿Qué es patrimonio para los riohacheros y los guajiros? ¿En qué condiciones se encuentran las edificaciones de interés patrimonial? ¿Cuáles son las fiestas populares, dónde y por qué se celebran? Desde las respuestas individuales a estas preguntas, considero que emergen de alguna forma, las raíces de la apropiación de nuestra identidad y del sentido de pertenencia que nos lleva necesariamente hacia espacios de de valoración y afecto por el sendero recorrido hasta aquí.

Cada municipio, cada comunidad, cada uno de los bellos rincones de esta extensa península, tiene sus personajes, acontecimientos, anécdotas, sabores, expresiones, festividades, ritmos y relatos propios. Allí radica en gran medida, creo, la verdadera riqueza que algunos llamamos: identidad. Ese invaluable conjunto de elementos intangibles en los que concurre nuestra forma de ver, de sentir, de andar por la vida y de relacionarnos con el entorno y que, como si fuera poco, nos hace únicos. Hoy con mayor convicción considero que eso es, como lo he afirmado siempre, nuestro mayor tesoro.
La reflexión nos lleva a reconocer que, como hijos de esta tierra somos nosotros los primeros llamados a apropiarnos de nuestra identidad, a sentirla profundamente, a vivenciarla cada día, a transmitirla a los más jóvenes motivándolos a que se auto reconozcan de esa manera y amen lo que son, lo que somos. La invitación es que, a partir de allí, se diseñen y propongan caminos para compartirla con el mundo a través de los innumerables escenarios que provee el turismo.

Consolidar a Riohacha como destino turístico de eventos, fortaleciendo además la variada agenda cultural local, haciendo alianzas con esos gestores que lideran las industrias culturales y que, se han mantenido vigentes muchos de ellos aún, con sus propios esfuerzos. La famosa industria sin chimenea que, en el caso de Colombia mueve alrededor de siete millones de visitantes por año y que, para el departamento de La Guajira evidenció un crecimiento del 10% en el 2024 respecto del 2023 es un escenario invaluable de oportunidades. A ello se suma el hecho de que, recientemente se realizara el Foro Mundial de Migración y Desarrollo en el marco del cuál llegaron representantes de 71 países del mundo, congregándose por tres o más días en la capital, constituyéndose en un acontecimiento trascendental. Por ello, la alianza entre los empresarios del sector turismo y las autoridades de este con los artistas, gestores culturales, y las instituciones del sector público es tan necesaria como urgente con el fin de fortalecer las capacidades de los actores, impulsar los procesos creativos y articular esfuerzos constantes para aprovechar los escenarios potenciales y reales, que nos permitan dar a conocer a Colombia y al mundo, nuestro inmenso, invaluable, diverso y único, crisol cultural.
