
“Mami, prenda la radio, encienda la tele Y no me molesten que hoy juega la sele” – El ritmo que nos une, Ryan Castro.
Ya está. Colombia clasificada al Mundial 2026 que se celebrará en Estados Unidos, Canadá y México. Ahora, la pregunta es: ¿será que iremos a participar o a competir?
En el último partido jugado en Maturín contra Venezuela, Colombia le metió 6 goles. Fue un triunfo especialmente saboreado, dada la tradicional rivalidad entre ambas naciones. Aún resonaba el eco de la eliminación de la pasada Copa del Mundo en Qatar 2022, que expuso al país a las burlas de nuestros vecinos, pese a que también le ganamos 1-0 en la última jornada. El pasado martes, Colombia se cobró una revancha deportiva contundente con una goleada de 6-3. Sin embargo, lamentamos que la selección venezolana no asista al Mundial; quizás, a pesar de todo, nuestros hermanos nos animen desde la distancia.
La posición final en las eliminatorias (tercero o quinto lugar) da igual para clasificar al Mundial. El factor determinante para el sorteo mundialista es el ranking FIFA, que establece los cabezas de serie. El objetivo de Colombia, actualmente en el puesto 13 del ranking, es ascender lo suficiente para encabezar un grupo.
La Selección logró victorias importantes en Barranquilla frente a Brasil y Argentina. Sin embargo, el camino se vio empañado por dolorosas derrotas de visitante ante Bolivia, Uruguay y Brasil, partidos perdidos increíblemente. La derrota en casa frente a Ecuador y los empates ante Perú y Paraguay restaron puntos cruciales que habrían allanado el camino hacia la clasificación. Considerando que Sudamérica otorga seis cupos directos y uno para el repechaje, representando una probabilidad de clasificar del 70 % para los diez países de la confederación, habría sido inaceptable que Colombia, con la calidad de jugadores que tiene, hubiese tenido que pelear por el repechaje y, peor aún, quedar eliminada del Mundial.
Las eliminatorias sudamericanas suelen considerarse las más exigentes a nivel mundial. Sin embargo, el verdadero desafío reside en competir contra la élite del fútbol en la Copa del Mundo. Tras la memorable participación de Colombia en Brasil 2014, el próximo objetivo debe ser trascender la mera participación y apuntar a alcanzar las fases más avanzadas del torneo, compitiendo con la mentalidad de ganar. Después de seis participaciones mundialistas, es imperativo que Colombia se fije metas más ambiciosas. No podemos estancarnos en el conformismo ni vivir exclusivamente de victorias puntuales contra Brasil y Argentina. Es hora de aspirar a un logro de mayor envergadura en la competición mundialista.

Para superar la actuación de Brasil 2014, Colombia cuenta con una generación de futbolistas talentosos que destacan en las ligas más importantes del mundo. Por lo tanto, la falta de títulos no se debe a la escasez de talento, sino a un problema de mentalidad. Es crucial que el jugador colombiano adopte la victoria como objetivo primordial, supere la conformidad con resultados mediocres y se entregue por completo en cada partido, defendiendo la camiseta con pasión y determinación. Solo así podremos librarnos de la etiqueta de “pechos fríos” que nos ha ridiculizado por nuestra incapacidad para competir con firmeza y mantener una ventaja. Los empates agónicos y las derrotas de último minuto, que nos dejan constantemente a las puertas del éxito, son un reflejo de esta debilidad. Es hora de un cambio radical: necesitamos cultivar una mentalidad ganadora si aspiramos a competir al máximo nivel internacional.
Tras la clasificación, el enfoque principal debe ser la preparación exhaustiva para el próximo Mundial. Es crucial rejuvenecer la Selección, integrando la energía de jóvenes talentos con la solidez y experiencia de los jugadores veteranos. El objetivo debe ser construir un equipo colombiano altamente competitivo. Para lograrlo, el cuerpo técnico debe planificar una serie de partidos amistosos desafiantes, priorizando enfrentamientos contra selecciones de primer nivel en lugar de rivales de menor exigencia, como Panamá, Honduras o Jamaica.
Es innegable que el nivel del torneo local es mediocre. El buen desempeño de nuestra selección nacional depende, en gran medida, del aporte de los jugadores que militan en Europa. No tengo nada en contra de Dayro Moreno, pero a sus 40 años, su contribución suele ser limitada. Hay que aceptar que el tiempo pasa factura y que los jugadores cumplen ciclos; por eso, aunque James, Mina, Ospina, entre otros veteranos, hayan sido figuras destacadas del pasado, si ya no mantienen un nivel competitivo, no deberían ser convocados. Es necesario dar oportunidad a nuevos talentos. A esas glorias de la Selección Colombia, nuestro reconocimiento eterno.
Si aspiramos a competir con las selecciones europeas, la convocatoria debe virar hacia jugadores más talentosos y en plena forma física. Necesitamos un impulso de juventud, con futbolistas veloces, atléticos y con una mentalidad renovada. El entrenador debe adoptar un enfoque pragmático, privilegiando a aquellos que destacan por su rendimiento en sus respectivos clubes. El caso de Ecuador, con su apuesta por jugadores jóvenes y atléticos, es un ejemplo a seguir. El fútbol actual exige estas cualidades, relegando la nostalgia del “juego bonito” en favor de la eficiencia y la determinación necesarias para ganar.
¡A darlo todo en el Mundial! El talento no es el problema de los jugadores colombianos, sino su “psiquis”. Es fundamental cultivar en ellos una ambición inquebrantable, una sed de victoria que los impulse a superar la conformidad con los segundos lugares. Necesitamos su entrega absoluta en cada partido, una defensa aguerrida de nuestra camiseta y un profundo amor y orgullo patriótico por la Selección. Ya no es suficiente jugar bien para terminar perdiendo como de costumbre; debemos erradicar esa mentalidad. La única meta debe ser la victoria.
La selección nacional podría estar a punto de ver una “versión 2.0” del “Tigre” Falcao. El samario Luis Javier Suárez, autor de cuatro goles (póker) en el reciente triunfo sobre Venezuela, surge como nuevo goleador de Colombia.