Edicion septiembre 16, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Los congresistas votan una reforma que no les pega a ellos porque tienen para pagar, el pueblo no

Los congresistas votan una reforma que no les pega a ellos porque tienen para pagar, el pueblo no
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Columnista - Adaulfo Manjarrés Mejía
Columnista – Adaulfo Manjarrés Mejía

La llamada “Brisa Loca” que pega en Santa Marta tiene más sentido común que muchos discursos del líder constitucionalmente electo del país, en consecuencia, de esa lógica ilógica política, la gente ya está haciendo cuentas en matemática cuántica para los próximos comicios, porque sí, señores congresistas y candidatos a presidencia, el 2026 está a la vuelta de la esquina, y el pueblo no olvida quién le metió la mano al bolsillo mientras le hablaba de justicia social, se cree que los congresistas votan una reforma que no le pega a ellos porque tienen para pagarla, el pueblo no.

La reforma tributaria que presentó el presidente Petro ha sido como un aguacero que llega sin aviso, en el que se sabe que va a mojar, pero no se sabe si va a tumbar el techo de la casa porque mientras en Bogotá se habla de equidad y progresividad, aquí en la periferia la gente se pregunta si el Jefe de Estado cree que los pobres se transportan en alfombras mágicas pues eso de decir que “el pobre casi no usa gasolina” no solo fue un desliz, fue una cachetada directa; parece ser que quien proyectó ese documento se le olvidó que hasta el que vende bolis en la playa necesita gasolina para llegar, y el que lleva el pescado a los barrios lo hace en moto, no en unicornio.

Y hablando de magia, el miércoles me senté con mi esposa a hacer cuentas con el proyecto de la reforma en la mano, como quien revisa la carta de un restaurante fino sabiendo que va a terminar pagando hasta el agua del florero porque según el Lord, ahora resulta que somos “ricos” por tener un ingreso que apenas alcanza pa’ pagar arriendo, comida y los colegios de los niños, pero claro, para él eso es abundancia, viniendo de alguien cuyo día a día parece sacado de una pasarela parisina o que lo diga el outfit de la alocución, blazers de diseñador, relojes finos, camisas que gritan “yo no compro en rebaja”.

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Y ni hablar de su vida familiar, porque estamos hablando de un hombre sin empresa conocida, sin herencias públicas, sin emprendimientos visibles; y, sin embargo, ostenta una chequera tan saludable que puede mandar a sus hijos a estudiar al extranjero como si fueran de la realeza danesa; entre tanto, uno aquí, contando si le alcanza para las salchipapas de los pelaos el fin de semana, ¡Qué belleza!, para su majestad, el rico soy yo, no él.

Pero como lo que se hace en la tierra en la tierra se paga, es allí es donde el asunto se pone interesante porque si para los congresistas también somos “ricos”, esa parte no debe hacer que se olviden que nosotros “los ricos” también votamos; no pase de sorpresa que la próxima vez que toquen la puerta con promesas recicladas y sonrisas ensayadas les vamos a contestar con la misma amabilidad con la que ustedes nos subieron la gasolina.

Franklin un señor de 72 años que vende arepas de huevo en la entrada a Gaira, al que me encontré hace unos días justo después de la alocución presidencial, el cual me dijo con esa sabiduría que no se aprende en Harvard: “Mijo, si el presidente cree que yo no uso gasolina, que venga y empuje el carrito desde Bastidas hasta aquí, a ver si no se le calienta la cabeza más que el discurso” y se rió, pero no con alegría sino con esa risa amarga que uno suelta cuando ya no sabe si indignarse o resignarse.

Ahora en serio, la reforma tributaria presentada por el gobierno golpea con fuerza a la clase media, especialmente a los asalariados y profesionales independientes que ya viven en el filo entre la estabilidad y el endeudamiento al eliminar deducciones por dependientes y aumentar la carga de renta para quienes ganan más de $8 millones mensuales, se castiga a quienes han logrado escalar con esfuerzo en un país donde la movilidad social es una carrera de obstáculos; es claro que, no se trata de grandes empresarios ni de evasores fiscales, se trata de médicos, ingenieros, docentes universitarios, contratistas del Estado, que ahora verán cómo su ingreso neto se reduce mientras el costo de vida sube por el alza del IVA en gasolina, servicios y productos básicos, es una reforma que confunde éxito profesional con privilegio, y que convierte el mérito en blanco tributario.

Para los prestadores de servicios profesionales, como yo, el panorama es aún más hostil; muchos trabajamos bajo contratos por prestación de servicios, sin estabilidad laboral, sin vacaciones pagas, sin pensión garantizada, y ahora con una carga tributaria que nos tratará como si fuéramos grandes contribuyentes, el aumento del IVA en insumos, transporte y tecnología encarece nuestra operación, mientras la renta nos exige más sin ofrecerles nada a cambio; esta reforma no reconoce la fragilidad del profesional independiente en Colombia, que vive entre facturas sin pagar, clientes morosos y trámites eternos, en vez de fortalecer este segmento que sostiene buena parte del aparato productivo, se le exprime como si fuera una fuente inagotable y eso, tarde o temprano, se traduce en desmotivación, informalidad y fuga de talento.

Frente a todas estas realidades los congresistas se debaten entre hundir la reforma o maquillarla para que no se note tanto el golpe pero cuidado, señores y señoras padres de la patria, aquí en estas tierras la gente tiene memoria, y la memoria electoral es como el mar bravo, cuando se agita, no hay chaleco que salve porque el pueblo está tomando nota, no de los artículos de la reforma, sino de quién la defiende, quién la calla y quién la hunde porque el voto aquí no se compra con promesas, se gana con respeto.

La reforma según el gobierno busca recaudar más de 26 billones de pesos para financiar el presupuesto de 2026 pero el truco está en cómo se recauda porque mientras se habla de impuestos a los grandes patrimonios, lo que más pesa es el IVA, ese impuesto silencioso que no distingue entre ricos y pobres, y que se cuela en cada compra, cada tanqueada, cada cerveza del domingo; es allí, donde la economía informal es reina y señora, subir el IVA a la gasolina, a los espectáculos, a los productos importados baratos, es como ponerle impuesto al aire.

Los senadores por su parte han hecho lo suyo algunos con dignidad otros con cálculo en prensa han manifestado que en la Comisión Tercera del Senado 11 de los 17 miembros ya dijeron que no van con la reforma, por ejemplo, Juan Pablo Gallo prometió hacer todo lo posible para que el proyecto no pase; Jairo Castellanos, con tono funerario, dijo que le darán “cristiana sepultura” y otros como Liliana Bitar, Karina Espinosa, Ciro Ramírez y Efraín Cepeda han dejado claro que no están dispuestos a cargar con el costo político de aprobar una reforma que huele más a castigo que a solución.

El problema no es solo económico, es simbólico también; cuando el presidente habla de codicia y de ricos que viven “deliciosísimo”, está apelando a una narrativa que divide, que polariza, que enfrenta pero aquí donde el vecino comparte el café aunque no tenga azúcar, la gente sabe que la verdadera riqueza está en la solidaridad, no en el patrimonio, por eso cuando los congresistas se alinean con esa narrativa sin entender el contexto local, lo que hacen es perder el respeto de quienes los eligieron.

No se equivoquen porque esta reforma no es solo un tema fiscal, es por contexto una prueba de empatía a la que el pueblo le va a pasar una factura que no tiene deducciones, ni exenciones, ni salvavidas legislativos porque el ciudadano de a pie vota, y vota con memoria, por eso, cuando llegue el 2026, cada frase, cada voto, cada silencio será recordado; así que pónganse pilas, escuchen al pueblo, y recuerden que cuando algo huele mal, no solo es el pescado podrido.

Y si todavía tienen dudas, pasen por un mercado cualquiera un viernes por la mañana, escuchen a cualquier parroquiano, es más a la señora que vende jugo de corozo, al mototaxista que hace maromas para no subir la tarifa, ellos no tienen títulos, pero tienen sabiduría y si ustedes no los escuchan ahora, ellos los van a escuchar en las urnas. Porque aquí, entre el calor y la esperanza, el pueblo no olvida.

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