“Servir es más grande que gobernar”
Gabriel Marcel
El fatídico 30 de agosto del 2005, en una clínica de Riohacha, partió a las plenitudes cósmicas un miembro destacado de esa estirpe raizal que por su prestigio se ha denominado el “Iguaranato”. Se trata, nada menos, que de Hernando Samuel Iguarán Romero, “Nando”, como era conocido en toda La Guajira. Al conmemorarse 20 años de su ausencia, familiares, amigos, aliados de la vida política y, en especial, tantos guajiros favorecidos por su comprometida vida de servicios, reviven las gloriosas calendas que perfilan a este carismático personaje como un portento de virtudes y un ser iluminado por el decoro y las habilidades sociales y políticas.
Raíces y familia
Hernando Samuel Iguarán Romero nació el 3 de febrero de 1945 en Uribia, cuando la Segunda Guerra Mundial aún no había terminado y el planeta seguía estremecido por los cañonazos y temores. Hijo de Norberto Iguarán Weber y Escilda Romero Ávila, quienes conformaron una familia wayuu laboriosa en la que el trabajo, la palabra empeñada y la solidaridad eran dogmas incuestionables que exaltaban el valor del esfuerzo y la dignidad del servicio. De la capital indígena de Colombia, Su vida lo llevó a migrar en busca de formación, graduándose como bachiller en el Colegio Anexo de la prestigiosa Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, y más tarde obteniendo el título profesional, de abogado en la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Su vida lo llevó a migrar en busca de formación, graduándose como bachiller en el Colegio Anexo de la prestigiosa Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, y más tarde obteniendo el título profesional, de abogado en la Universidad Santo Tomás de Bogotá. A su retorno, encontró arraigo en Maicao, la ciudad donde creció como persona, como profesional y como político, y donde comenzó a forjar un liderazgo que marcaría a toda una región. Fue padre de seis hijos: Hernando Samuel “Nandín”, acordeonero y empresario; Samuel José, ingeniero civil; Larry, artista musical, comunicador Social y periodista; Jasai, psicóloga; así como Norberto, quien se dedica a la gimnasia; y Milly, trabajadora social. Más que herederos de su apellido, ellos comparten como legado la convicción de que el esfuerzo y la disciplina abren siempre las puertas del éxito.

Vocación de servicio
El espíritu de organización y liderazgo de Nando inició con los suyos: era capaz de guiarlos y convencerlos de que podían conquistar metas más altas si se mantenían unidos. Con el tiempo, Nando logró demostrarlo. Tomó las banderas de su padre y comenzó una ascendente trayectoria política. Bajo su influencia, la familia Iguarán se convirtió en una de las más sólidas y representativas de la política guajira. Obtuvo en dos elecciones (1975 y 1984) una curul del Concejo Municipal de Maicao, espacio que lideró primero como Vicepresidente y luego como Presidente, hasta tener el honor de posesionarse como Alcalde de Maicao. A nivel departamental, Nando fue Diputado, Secretario de Hacienda y Gerente de la Lotería de La Guajira. En 1986, fue elegido Representante a la Cámara y, más tarde, en 1998, logró nuevamente la elección para su primo hermano, Marcos Iguarán.
El movimiento político al que los analistas llamaban “El Iguaranato” incidió en el nombramiento y elección de concejales, alcaldes, diputados y congresistas.
Quienes lo conocieron coinciden en un retrato luminoso: Hernando Samuel era un hombre obsesionado con servir a los demás. Tenía la convicción de que lo que él pudiera invertir en resolver necesidades ajenas, la vida y Dios se lo devolverían multiplicado. Los maicaeros le recuerdan como el gran benefactor de los estudiantes de la Universidad de La Guajira, gracias a sus gestiones para el primer y segundo bus que los transportaba hacia Riohacha. Esa filosofía lo llevó a vivir con las puertas de su casa siempre abiertas, a escuchar a todos sin distingos y a volverse un referente comunitario en Maicao y en toda La Guajira.
El alcalde de la seguridad y el abogado de los comerciantes
Como alcalde de Maicao, Nando se propuso devolver el orden a la ciudad. Su obsesión por la seguridad fue reconocida incluso por sus contradictores políticos. Creía que un pueblo sin orden no podía avanzar y por eso diseñó políticas y estrategias que buscaron proteger a los ciudadanos y sus bienes. Con igual firmeza se preocupó por el espacio público, consciente de que era uno de los problemas más graves de Maicao. Enfrentó esa tarea con decisión, convencido de que el orden en las calles era también una forma de dignidad ciudadana.
Pero quizás donde más se sintió su vocación de servicio fue en la defensa del comercio. Maicao, epicentro de intercambios, ventas monumentales y un comercio vigoroso, encontraba en él un aliado decidido para enfrentar los abusos de las autoridades aduaneras. Fundó y dirigió un bufete de abogados que tenía una sola misión: defender a los comerciantes cuando se les incautaban mercancías. Su lucha por la legalización y el fortalecimiento del comercio local fue constante, porque entendía que esa actividad era el corazón económico del municipio.
El conservador leal
En el campo político, fue un militante fiel del Partido Conservador, identificado con el ala ospinista y pastranista. Desde allí construyó puentes, promovió acuerdos y apoyó a jóvenes talentos. Uno de los más recordados es Josué Fonseca Ortiz, a quien Nando apoyó desde sus primeros pasos hasta verlo convertido en alcalde de Maicao. Esa capacidad de abrir espacios para nuevos liderazgos habla de un hombre que no temía compartir el poder, sino que lo concebía como un patrimonio colectivo.
Entre vallenatos y letras universales
Su vida no se agotaba en la política. Nando era un hombre alegre, festivo, amante de la música vallenata y amigo personal de los más grandes artistas del género. Esa cercanía marcó el camino de sus hijos, que encontraron en la música y el arte un horizonte propio. En otro episodio memorable, jugó un papel determinante para que Gabriel García Márquez, unos años después de recibir el Premio Nobel de Literatura, visitara Maicao y permaneciera allí varios días. Ese gesto confirmó lo que todos sabían: Hernando Samuel era un articulador nato, capaz de tender puentes entre la sociedad criolla y la gran nación wayuu, entre el mundo local y las figuras universales.
El legado de un líder
Cuando en 2005 se apagó su vida, La Guajira sintió que perdía a uno de sus hijos más queridos. Sin embargo, la muerte no borró su legado. Al contrario, lo multiplicó. Han pasado veinte años y aún el nombre de Hernando Samuel Iguarán Romero late como campana en el viento. No lo venció el olvido, pues su huella se sembró en la memoria de la gente, allí donde la justicia y la esperanza se encuentran. Sus amigos lo siguen recordando como el hombre que daba más de lo que tenía, como el líder de carisma ilimitado, como aquel que hacía sentir en casa a cualquiera que cruzara su puerta.
Nando nació para dar lustre al apellido Iguarán. Su imagen como orador y recitador, de finos modales, su carisma y liderazgo, su virtud como protector de su familia y su contagiosa alegría hoy son dones preciados de grata recordación para quienes lo conocieron. En él se conjugaron la pasión política, la defensa de la identidad guajira, el amor por su pueblo y la visión de futuro. Fue el gran auspiciador de los músicos, el entusiasta animador de las parrandas y el protagonista de las tertulias; ese que irradiaba alegría, destilaba afecto y sembraba protección a tanta gente.
En la víspera del homenaje que se le rendirá mañana, sábado 30 de agosto, a las 8:30 a.m. en el cementerio árabe de Maicao, la figura de Hernando Samuel Iguarán Romero se engrandece. Su biografía es la historia de un hombre que entendió que el poder solo tiene sentido cuando se usa para servir. A dos décadas de su partida, su nombre sigue siendo sinónimo de lealtad, servicio y grandeza. Y en la memoria de La Guajira, su voz y su ejemplo siguen convocando a nuevas generaciones a creer que es posible transformar la realidad con liderazgo, generosidad y convicción porque, al fin y al cabo, como dice el proverbio popular, nadie muere mientras permanezca vivo en el recuerdo de su gente.