Edicion octubre 4, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

El agua: víctima y salvación en tiempos de crisis climática

El agua: víctima y salvación en tiempos de crisis climática
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Columnista - Jean Breiner Robledo Meza
Columnista – Jean Breiner Robledo Meza

Cada año, a finales de agosto, el mundo pone su mirada en el recurso más vital y al mismo tiempo más frágil: el agua. La Semana Mundial del Agua 2025, con su lema “Agua para la acción climática”, nos recuerda que este elemento no solo está en el centro de la vida, sino también en el corazón de la crisis ambiental que enfrentamos.

El agua es, paradójicamente, la primera víctima y la mayor aliada frente al cambio climático. Basta con mirar alrededor: sequías cada vez más largas en los Llanos Orientales, inundaciones que castigan la costa Caribe, glaciares en retroceso en los Andes y ciudades enteras bajo la amenaza de quedarse sin suministro. Colombia, país privilegiado en recursos hídricos, ya no puede darse el lujo de pensar que la abundancia es eterna.

Sin embargo, también está la otra cara: el agua como solución. No hay transición energética sin ríos que permitan generar energía limpia, no hay seguridad alimentaria sin sistemas de riego eficientes, no hay ciudades resilientes sin una gestión inteligente de este recurso. El agua es la llave para mitigar y adaptarnos al cambio climático, pero esa llave se oxida en manos de la indiferencia y la falta de planeación.

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La Semana Mundial del Agua no debería quedarse en foros académicos ni en discursos diplomáticos; debería convertirse en un llamado directo a la acción de gobiernos, empresas y ciudadanos. ¿De qué sirve hablar de sostenibilidad si seguimos contaminando ríos con mercurio de la minería ilegal o desperdiciando litros en cada ducha diaria?

Y aquí entra un punto incómodo: la política del agua. En Colombia abundan las leyes bien escritas y los planes estratégicos, pero escasea la voluntad de cumplirlos. Mientras en ciudades como Bogotá se discuten tarifas y en regiones como La Guajira la gente muere de sed, se multiplican las concesiones de agua a grandes industrias que consumen en un día lo que una comunidad rural no tiene en un mes. El agua se volvió, en muchos casos, un privilegio y no un derecho.

Pero la responsabilidad no es solo del Estado. El ciudadano también tiene poder, aunque a menudo lo olvida. Cada litro que ahorramos, cada río que defendemos de la basura, cada voz que se alza contra proyectos que amenazan páramos o humedales, suma. El cambio climático no se enfrenta con un decreto, sino con una combinación de políticas serias y gestos cotidianos.

Hoy más que nunca, la pregunta que deberíamos hacernos no es “¿qué tan grave es la crisis del agua?”, porque la respuesta ya es evidente. La verdadera pregunta es: “¿qué estamos dispuestos a cambiar para que el agua siga fluyendo en nuestra vida y no solo en los libros de historia?”

La Semana Mundial del Agua 2025 nos coloca frente a un espejo incómodo: el futuro hídrico depende de lo que hagamos hoy. Si entendemos que cada gota cuenta desde la que corre en un páramo hasta la que sale de nuestro grifo podremos ver el agua no como un recurso agotable, sino como la esperanza líquida que todavía tenemos en nuestras manos.

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