Edicion agosto 22, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Más allá de la burla, los riesgos de armar a 4,5 millones de milicianos en Venezuela

Más allá de la burla, los riesgos de armar a 4,5 millones de milicianos en Venezuela
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Columnista - Adaulfo Manjarrés Mejía
Columnista – Adaulfo Manjarrés Mejía

En los últimos días las redes sociales se llenaron de burlas hacia los milicianos venezolanos, las imágenes de hombres y mujeres de edad avanzada con uniformes improvisados y un entrenamiento deficiente se convirtieron en un chiste viral; sin embargo, mientras muchos se ríen, se pierde de vista lo esencial, Nicolás Maduro ha anunciado la intención de armar a 4,5 millones de civiles bajo la figura de la milicia bolivariana, ese anuncio no es un detalle anecdótico ni una excentricidad del régimen, es una amenaza seria para la seguridad de Venezuela, de Colombia y de toda la región.

Armar a la población en un país con instituciones débiles, altos niveles de corrupción y una economía fuertemente infiltrada por actividades ilícitas equivale a poner en circulación un arsenal que tarde o temprano terminará en el mercado negro; Venezuela ya ha demostrado que no tiene control sobre su propio armamento, guerrillas como el ELN y las disidencias de las FARC, así como el Tren de Aragua, han accedido a armas gracias a la permeabilidad de las fuerzas de seguridad venezolanas, la magnitud del plan actual implica que millones de fusiles y municiones podrían quedar a disposición de grupos armados que ya operan con ventaja en la frontera y en otros países de la región.

El Tren de Aragua es quizás el mayor beneficiado potencial, este grupo, nacido en cárceles venezolanas se ha expandido a lo largo de Suramérica y hoy es la estructura criminal transnacional más poderosa del continente está presente en Colombia, Perú, Ecuador, Chile y Bolivia controlando rutas del narcotráfico, redes de trata de personas, extorsión y sicariato; la entrega masiva de armas en su país de origen podría convertirlo en un cartel con un poder militar semejante al de los grandes grupos criminales de México, con capacidad de exportar violencia y desestabilizar gobiernos.

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Para Colombia los riesgos son inmediatos, la frontera colombo-venezolana es extensa, difícil de vigilar y marcada por la presencia de múltiples actores ilegales; en Norte de Santander, Arauca, La Guajira y Guainía confluyen contrabandistas, guerrillas y bandas criminales que aprovechan la ausencia de control estatal, si Venezuela comienza a armar de manera indiscriminada a civiles esas armas cruzarán inevitablemente la frontera, alimentando la violencia en territorio colombiano, las guerrillas fortalecerán su control territorial y las BACRIM urbanas tendrán un suministro barato y abundante para escalar su poder de fuego.

Pero el problema no se limita al crimen, Maduro no busca únicamente crear un ejército popular para la defensa de la patria, lo que se configura es una milicia política, leal al chavismo lista para ser utilizada como instrumento de represión interna y como sostén armado del régimen; los colectivos armados en Caracas han sido el laboratorio de este modelo, grupos paramilitares oficiales que intimidan, persiguen y silencian a la oposición, por ello multiplicar esa lógica a millones de milicianos significa institucionalizar el fanatismo político con fusiles.

El impacto de esta decisión se sentirá más allá de Venezuela y Colombia, la violencia interna que pueda desatarse generará nuevas olas migratorias forzadas, presionando aún más a países que ya han recibido millones de venezolanos en los últimos años; las rutas de tráfico de armas y drogas se robustecerán, conectando a milicias ideologizadas con redes de narcotráfico internacional, así como, el vínculo entre crimen organizado y política se consolidará en un modelo híbrido que combina fanatismo con economías ilícitas un escenario con potencial de desestabilización regional.

Reírse de los desfiles de los milicianos es quedarse en la superficie, tal vez lo que hoy parece una caricatura puede convertirse mañana en una tragedia para millones de latinoamericanos; por ello, no hay que perder cuidado con lo que está en juego, pues no es el ridículo de un uniforme mal hecho, sino la decisión política de entregar armas a millones de personas en un país donde el crimen transnacional ya tiene el control; Colombia, en particular, no puede permitirse la ingenuidad de mirar este fenómeno como un espectáculo pintoresco, la región tampoco debería minimizarlo.

La decisión de Maduro representa una bomba de tiempo que amenaza con estallar en toda América Latina, la historia muestra que armar civiles bajo pretextos ideológicos siempre termina alimentando conflictos, prolongando regímenes autoritarios y disparando la violencia, mientras algunos se entretienen con memes, lo responsable es mirar de frente el peligro y reconocer que esta no es una anécdota más del chavismo, sino un paso que puede marcar un antes y un después en la seguridad regional.

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