Por años, la vida de Neivis Medina estuvo marcada por el humo. Hoy, su cocina huele a comida recién hecha, no a leña húmeda.
En Tomarrazón, corregimiento de Riohacha, la historia cambió. En una comunidad donde el fogón de leña era rutina diaria, encender una estufa ahora significa calidad de vida, salud y tranquilidad.

“Mi nombre es Neivis Medina Gómez, soy ama de casa, madre de una hija, tengo 45 años y he vivido en Tomarrazón por tres décadas”, dice con orgullo.
Su voz representa a muchas mujeres rurales que durante años sostuvieron sus hogares a punta de esfuerzo, humo y madera.

“Cuando llovía, la leña se mojaba y era difícil prender el fogón. El humo nos quemaba los ojos, sufríamos mucho. Íbamos al monte a buscar leña, expuestas a mordeduras de serpiente o a cortaduras con ramas. No solo los adultos, también los niños que nos acompañaban”.
Durante más de siete años, esperaron el servicio de gas domiciliario. Muchas familias ni siquiera podían pagar una bombona mensual, cuyo costo oscila entre 80.000 y 90.000 pesos.

“No tener con qué pagar una bombona nos angustiaba. Tocaba cocinar con leña, aunque fuera un riesgo para la salud, incluso para la casa, porque podía prenderse en fuego”.
Un día, todo empezó a cambiar. Neivis recuerda cuando vio a unos técnicos tomando medidas en su barrio.
“Me dijeron que era para un posible proyecto de gas, pero que faltaban algunos requisitos. No lo pensé dos veces. Les pedí que me dijeran qué necesitábamos y ese mismo día empecé a moverme: fui a la Alcaldía, conseguimos las copias de cédulas y los papeles. Nos organizamos como comunidad. No dejamos que la oportunidad se escapara”.

Gracias a su liderazgo y el de otras familias, más de 70 hogares dejaron de esperar el cambio: lo construyeron. Hoy disfrutan los frutos de ese esfuerzo colectivo.
“Ya no madrugamos a buscar leña, ni nos preocupamos cada mes por comprar una bombona. Con el gas en casa, sentimos que vivimos con dignidad”.
La conexión del servicio fue más que una obra técnica: fue el símbolo de una alianza entre la Alcaldía de Riohacha y Gases de La Guajira. Un esfuerzo conjunto, liderado por un alcalde cercano a su gente, que encendió no solo estufas, sino la esperanza.

El día que el alcalde visitó su casa, Neivis sintió que el cambio era real:
“Me trajo un mercado, una licuadora —yo no tenía una— y hasta almorzó conmigo. Le preparé un jugo de melón, que le encanta. ¡Qué alegría sentí! Sentí que todo valió la pena”.
Hoy, en Tomarrazón, el desarrollo se enciende con una llama real. El gas domiciliario ya no es un lujo, sino un derecho conquistado a través del trabajo conjunto y la organización comunitaria. Y como Neivis, decenas de familias han descubierto que una cocina sin humo es también una vida con más salud, economía y bienestar.