Edicion octubre 9, 2024

Engreídos. Como si fuera la primera vez

Columnista - Nelson R. Amaya

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Columnista – Nelson R. Amaya

Por supuesto que no es la primera vez que quienes llegan al poder se ponen tan engreídos.

Por supuesto que no es la primera vez que se designan miembros del gabinete ministerial sin experiencia. Alfonso López Pumarejo llamaba eso las caras nuevas en los carros oficiales. Misael Pastrana optó por designar un recién graduado en Derecho con escasos 26 años como ministro de Educación. Ese muchacho terminó siendo el Luis Carlos Galán a quien el país le quedó debiendo la Presidencia. Caso aparte son los depositarios de compromisos presidenciales en el gobierno Petro. Vemos la presuntuosa actitud con la que la MinMinas optó por hablar, pontificar realmente, sobre lo que todo el país sabía que no sabía; incluso ella. Pero era tal el descaro que brincó cercas fiscales y sacudió el libreto empolvado del radicalismo para convencernos de que su ignorancia le permitía introducir cambios imposibles en un sistema estructural en todo el andamiaje gubernamental colombiano.

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Por supuesto que no es la primera vez que se intenta volver éste un país de propietarios rurales, pues el campo acumuló tantas diferencias sociales cuantas son propias de la estructura económica del mundo, construido hasta la revolución francesa sobre una explotación campesina por legados heredados de la sangre o provenientes de espadas ensangrentadas del guerrerismo propio de la humanidad. Los fracasos en todas las latitudes han sido estruendosos; basta recordar que la revolución de Mao fue campesina y que aún siguen en el milenio pasado millones de chinos rurales. Y los oídos del Petrismo, sordos. Caso aparte son las columnas de humo que se elevan de la ausencia de concentración en los reales problemas del agro colombiano son tales que nublan la visibilidad de la Min Agricultura, obstinada por lograr otros imposibles. Producir en siembras demanda insumos de mucha naturaleza, en la que se destacan riegos, maquinarias, semillas, fertilizantes, vías, mercadeo, preservación, en fin, diez presupuestos públicos para realizarlo como tienen pensado, a base de dinero del estado. El insumo más importante es el que no aflora en la base del diseño de política pública del gobierno actual: el sentido común.

Por supuesto que no es la primera vez que se pretende hacer realidad aquello dicho por Simón Bolívar, en una sesuda descripción de los tres países grancolombianos: Venezuela es un cuartel, Ecuador un convento y Colombia una universidad. Caso aparte es aquel de un sabio engreído, lleno de risueñas actitudes con las que quiere presumir de genio, quien busca convencernos de que es desde el nivel educativo más alto como se puede lograr lo que ansiamos todos: un sistema que ayude a romper la desigualdad, a base de brindar oportunidades a los estudiantes de menores recursos, para que los factores de inteligencia y dedicación puedan ser estimulados por la docencia y el estado en cualquier lugar del territorio patrio. Pero no; el miedo al sindicato de educadores es tal, que no quieren tocar a uno de los grandes sectores que dieron el triunfo al presidente Petro. Nada de reformas, diálogos, participación ciudadana en diseños innovadores del sistema de los primeros años escolares, aquellos que de verdad definen la vida del ciudadano. Quedaremos viendo un chispero, sin cambios ni bondades. Otro genio sin lámpara.

Por supuesto que no es la primera vez que el sistema de seguridad social lo hemos querido mejorar, ya que por décadas sufrimos una triste figura, la del ISS, pesada, burocrática, clientelizada, absurda, que veía morir sin reato de conciencia a miles de colombianos cada año. Cuando se implanta el sistema actual, complejo sin duda, se pudo saltar la cerca del despilfarro en las cuentas públicas de seguridad social hasta un terreno en algunos casos vuelto fangoso porque también lo permean la corrupción y los abusos. Aun así, mejor de lo que había y exigiendo mayor consistencia en sus procesos. Caso aparte es lo que oímos sobre la reforma que pretende el gobierno que no llega a convencernos de ninguna ventaja comparativa sobre lo ya avanzado. Les suda el cerebelo con la búsqueda de los huecos que deben rellenar con sus veleidades izquierdistas.

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Por supuesto que no es la primera vez que se reagrupan fuerzas disímiles alrededor de un gobierno. Absolvieron a Samper los partidos mayoritarios y minoritarios del congreso, por obvias circunstancias perversas. Cualquiera que sea su orientación, es EL gobierno, y de ese viscoso brebaje se saborea hasta la saciedad por los mismos de siempre. Caso aparte es la de este momento, cuando la distancia entre los congresistas y la opinión pública crece cada día con su silencio, ausencia de debate y genuflexión ante la idea predominante en el Palacio de Nariño.

Por supuesto que es la primera vez que una orientación ideológica radical de izquierda como la del presidente Petro rige en Colombia. Sus reiteradas expresiones nos han dejado saber hasta dónde es capaz de llegar, con su caminar en el borde de la inconstitucionalidad. Está engreído con el poder nacional, como lo estuvo con el distrital, desde donde pretendió cambios fracasados en varios sectores del funcionamiento del gobierno. Están engreídos sus subalternos, quienes actúan displicentes con las elementales limitaciones de competencias que les determinan las normas y las leyes. Difícil momento para las instituciones y sus guardianes, arrinconados por la voz sofista del presidente.

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