Herencias benditas y malditas
La herencia es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones que se transmiten y adquieren en relaciones de emparejamientos permanentes, parentesco familiar, legados y testamentos, que legitiman y validan distribuciones particularizadas e individuales del patrimonio acumulado. Estas se formalizan mediante escritura pública para que prevalezca el reconocimiento de quien deja la herencia en favor de determinados herederos, que bien pueden ser familiares o personas, naturales o jurídicas, beneficiadas por testamento, sin ser objeto de discusión.
De no existir testamento, la herencia se reparte conforme a las disposiciones legales vigentes: en primer lugar, a los descendientes (hijos y nietos) 50% y cónyuge (esposa o compañera) 50%; en segundo lugar, a los ascendientes (padres, abuelos); en tercer lugar, a los colaterales (hermanos y sobrinos); y por último, a entidades públicas de beneficencia si no hay legitimarios.
La mejor herencia que se debe dejar y recibir es la educación, el respeto mutuo a las diferencias, la moralidad, la solidaridad y el impulso a actividades laborales y de servicios, en las cuales cada individuo cultiva su propio destino, recogiendo lo que siembra, independientemente de que en el futuro pueda heredar de sus progenitores.
No ocurre lo mismo cuando a los hijos se les patrocina el derroche, se les mantiene en estado de vagancia y desorden, desertando y desaprovechando oportunidades de estudios académicos, ajenos a actividades y servicios laborales, con predominio de indisciplina y alteraciones personales, sin controles y con complacencia de pretensiones absurdas para satisfacer egos y vicios injertados. Esto crea un hogar que tolera berrinches e irrespeto por no contrariar los desmanes de sus “bebés adultos”, que aún dependen de la manutención y financiación de los padres, criando así holgazanes y zánganos. En tales circunstancias, terminarán en desacierto por malos comportamientos y compañías habituales, peligrosas y perturbadoras, aturdidos por desorientaciones y la ausencia de quien los dirija hacia mejores costumbres en convivencia familiar, social y comunitaria.
Lo adecuado para repartir y liquidar una herencia entre cónyuges y hermanos es mediante una conciliación que se lleve a cabo en una notaría, en total igualdad de derechos, sin favorecer a unos sobre otros. Con el apoyo profesional de uno o varios abogados apoderados, se realiza el inventario clasificado de bienes, derechos y obligaciones, que se deben plasmar en acuerdos entre los beneficiarios, en documentos con las cotizaciones individuales de bienes muebles e inmuebles. Asimismo, se valoran derechos materiales e inmateriales y, por último, se estiman las obligaciones originadas en la persona del causante (difunto), incluyendo el pago de impuestos, actualizando obligaciones tributarias, administrativas, comerciales y civiles, causadas en distintas jurisdicciones, desde la nación hasta el municipio del último domicilio del causante.
Es importante también relacionar los gastos que conlleva el trámite de herencia ante notaría, lo cual resulta mucho más breve y menos costoso para los herederos en conjunto, si hay voluntad de acuerdo, antes que llevarlo por vía judicial. Con el servicio profesional y técnico de un abogado asesor y un contador público, se puede poner fin a las distribuciones legales de una herencia, acreditando la documentación probatoria relacionada con propiedad, legitimación en causa y saneamiento de obligaciones.
Cuando no haya acuerdos entre los herederos y no exista testamento, quienes estén interesados en el reparto de la herencia deben presentar una demanda judicial, pidiendo medidas cautelares de embargo y secuestro de la masa hereditaria, para que sean custodiadas y administradas por terceros en calidad de auxiliares de la justicia. Este tipo de procesos son demorados y costosos, y la liquidación final podría demorar una década o más, beneficiando a los herederos con menos del 50% de los derechos relacionados, luego de sufragar los honorarios de los abogados apoderados.
Las herencias malditas se originan por hechos abominables, criminales, de mala fe y desconsideración familiar; de quienes utilizan medios innobles, manipulaciones, apropiaciones y maniobras ilegales e ilícitas por ambiciones codiciosas, negando y desconociendo el derecho que les asiste en igualdad a los demás herederos. Se alzan con desafíos, denigran, ultrajan y lanzan amenazas que, en muchos casos, no se denuncian y terminan consumándose en desgracias y tragedias familiares.
El registro histórico de herencias fatales es inmenso y doloroso. Quienes peor se comportaron en vida con el causante suelen ser perversos intrigantes que se apropian de bienes mediante robos, intimidando y amedrentando con el uso de armas de fuego, generando miedo y pánico para quedarse con todo. ¿Cuántas personas no han resultado víctimas de asesinatos dolosos, ejecutados u ordenados por familiares a sicarios, contra progenitores y parientes? Cuando se presume que habrá futuros problemas por enfrentamientos, falta de entendimiento conciliatorio, comprensión o avaricia, lo más factible es dejar un testamento en escritura pública, determinando a cada uno lo que le corresponde y excluyendo a quienes no lo ameriten.
El mejor legado que los padres pueden transmitir a sus herederos es la educación, moralidad y conducta ejemplar: disciplinaria, intachable, transparente y productiva. Esto resulta más fructífero para enfrentar y progresar en la vida que heredar cuantiosos patrimonios y cantidades de dinero, que a menudo terminan en bancarrota en corto tiempo, acosados por deudas y remordimientos de conciencia, a causa de la impreparación e ignorancia en el manejo de bienes, sin apoyo de orientaciones y asesorías, actuando de manera desproporcionada en gastos que conllevan a la ruina.
El valor económico de una herencia no garantiza felicidad, superioridad social, ni larga vida. Sin un equilibrio adecuado, un sólido direccionamiento y control de acciones y emociones, se puede perder todo, como ha ocurrido con muchas familias que no supieron conservar el beneficio y dieron mal uso a la herencia. En lugar de soñar y derrochar herencias, es mejor conservar e iniciar prácticas en labores y servicios productivos. Eviten que las herencias conlleven a tragedias familiares. Produzcan de manera independiente y no queden supeditados a esperar ser dependientes de una herencia familiar o conyugal.