Edicion octubre 8, 2024

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Herencias benditas y malditas

Columnista - Martín Barros Choles
Columnista – Martín Nicolás Barros Choles

La herencia es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones que se transmiten y adquieren en relaciones de emparejamientos permanentes, parentesco familiar, legados y testamentos, que legitiman y validan distribuciones particularizadas e individuales del patrimonio acumulado. Estas se formalizan mediante escritura pública para que prevalezca el reconocimiento de quien deja la herencia en favor de determinados herederos, que bien pueden ser familiares o personas, naturales o jurídicas, beneficiadas por testamento, sin ser objeto de discusión.

De no existir testamento, la herencia se reparte conforme a las disposiciones legales vigentes: en primer lugar, a los descendientes (hijos y nietos) 50% y cónyuge (esposa o compañera) 50%; en segundo lugar, a los ascendientes (padres, abuelos); en tercer lugar, a los colaterales (hermanos y sobrinos); y por último, a entidades públicas de beneficencia si no hay legitimarios.

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La mejor herencia que se debe dejar y recibir es la educación, el respeto mutuo a las diferencias, la moralidad, la solidaridad y el impulso a actividades laborales y de servicios, en las cuales cada individuo cultiva su propio destino, recogiendo lo que siembra, independientemente de que en el futuro pueda heredar de sus progenitores.

No ocurre lo mismo cuando a los hijos se les patrocina el derroche, se les mantiene en estado de vagancia y desorden, desertando y desaprovechando oportunidades de estudios académicos, ajenos a actividades y servicios laborales, con predominio de indisciplina y alteraciones personales, sin controles y con complacencia de pretensiones absurdas para satisfacer egos y vicios injertados. Esto crea un hogar que tolera berrinches e irrespeto por no contrariar los desmanes de sus “bebés adultos”, que aún dependen de la manutención y financiación de los padres, criando así holgazanes y zánganos. En tales circunstancias, terminarán en desacierto por malos comportamientos y compañías habituales, peligrosas y perturbadoras, aturdidos por desorientaciones y la ausencia de quien los dirija hacia mejores costumbres en convivencia familiar, social y comunitaria.

Lo adecuado para repartir y liquidar una herencia entre cónyuges y hermanos es mediante una conciliación que se lleve a cabo en una notaría, en total igualdad de derechos, sin favorecer a unos sobre otros. Con el apoyo profesional de uno o varios abogados apoderados, se realiza el inventario clasificado de bienes, derechos y obligaciones, que se deben plasmar en acuerdos entre los beneficiarios, en documentos con las cotizaciones individuales de bienes muebles e inmuebles. Asimismo, se valoran derechos materiales e inmateriales y, por último, se estiman las obligaciones originadas en la persona del causante (difunto), incluyendo el pago de impuestos, actualizando obligaciones tributarias, administrativas, comerciales y civiles, causadas en distintas jurisdicciones, desde la nación hasta el municipio del último domicilio del causante.

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Es importante también relacionar los gastos que conlleva el trámite de herencia ante notaría, lo cual resulta mucho más breve y menos costoso para los herederos en conjunto, si hay voluntad de acuerdo, antes que llevarlo por vía judicial. Con el servicio profesional y técnico de un abogado asesor y un contador público, se puede poner fin a las distribuciones legales de una herencia, acreditando la documentación probatoria relacionada con propiedad, legitimación en causa y saneamiento de obligaciones.

Cuando no haya acuerdos entre los herederos y no exista testamento, quienes estén interesados en el reparto de la herencia deben presentar una demanda judicial, pidiendo medidas cautelares de embargo y secuestro de la masa hereditaria, para que sean custodiadas y administradas por terceros en calidad de auxiliares de la justicia. Este tipo de procesos son demorados y costosos, y la liquidación final podría demorar una década o más, beneficiando a los herederos con menos del 50% de los derechos relacionados, luego de sufragar los honorarios de los abogados apoderados.

Las herencias malditas se originan por hechos abominables, criminales, de mala fe y desconsideración familiar; de quienes utilizan medios innobles, manipulaciones, apropiaciones y maniobras ilegales e ilícitas por ambiciones codiciosas, negando y desconociendo el derecho que les asiste en igualdad a los demás herederos. Se alzan con desafíos, denigran, ultrajan y lanzan amenazas que, en muchos casos, no se denuncian y terminan consumándose en desgracias y tragedias familiares.

El registro histórico de herencias fatales es inmenso y doloroso. Quienes peor se comportaron en vida con el causante suelen ser perversos intrigantes que se apropian de bienes mediante robos, intimidando y amedrentando con el uso de armas de fuego, generando miedo y pánico para quedarse con todo. ¿Cuántas personas no han resultado víctimas de asesinatos dolosos, ejecutados u ordenados por familiares a sicarios, contra progenitores y parientes? Cuando se presume que habrá futuros problemas por enfrentamientos, falta de entendimiento conciliatorio, comprensión o avaricia, lo más factible es dejar un testamento en escritura pública, determinando a cada uno lo que le corresponde y excluyendo a quienes no lo ameriten.

El mejor legado que los padres pueden transmitir a sus herederos es la educación, moralidad y conducta ejemplar: disciplinaria, intachable, transparente y productiva. Esto resulta más fructífero para enfrentar y progresar en la vida que heredar cuantiosos patrimonios y cantidades de dinero, que a menudo terminan en bancarrota en corto tiempo, acosados por deudas y remordimientos de conciencia, a causa de la impreparación e ignorancia en el manejo de bienes, sin apoyo de orientaciones y asesorías, actuando de manera desproporcionada en gastos que conllevan a la ruina.

El valor económico de una herencia no garantiza felicidad, superioridad social, ni larga vida. Sin un equilibrio adecuado, un sólido direccionamiento y control de acciones y emociones, se puede perder todo, como ha ocurrido con muchas familias que no supieron conservar el beneficio y dieron mal uso a la herencia. En lugar de soñar y derrochar herencias, es mejor conservar e iniciar prácticas en labores y servicios productivos. Eviten que las herencias conlleven a tragedias familiares. Produzcan de manera independiente y no queden supeditados a esperar ser dependientes de una herencia familiar o conyugal.

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